Programa para el 2012

Programa para el 2012Jorge G. Castañeda5 Noviembre 09 ReformaVarios lectores nos han compartido apoyos, críticas y dudas, tanto a Héctor Aguilar Camín como a mí, a propósito de "Un futuro para México", ensayo publicado en Nexos este mes. Amigos y colegas de los medios, en entrevistas o charlas, nos cuestionan y preguntan sobre este texto cuyo propósito es simple: insistir en una agenda programática para el 2012 que ayude a que los comicios presidenciales se transformen en un referéndum sobre el fondo y no sobre la coyuntura o las personas. Entre las que mayor pertinencia pudiera encerrar, que le fue dirigida a Aguilar Camín por Ciro Gómez Leyva fue ¿en qué se distinguen las propuestas antimonopólicas, internacionales, de protección social, de seguridad y de reformas institucionales de Ustedes, del decálogo de Felipe Calderón esbozado el 2 de septiembre?La respuesta es relativamente sencilla. Primero, porque el decálogo de Calderón es el del Presidente y tiene mucha más importancia, más allá de su contenido, que cualquier ensayo que publiquen dos escribanos -por talentoso que sea uno (Aguilar Camín) o prolífico el otro (Castañeda). Lo que propone Calderón tiene posibilidades, por remotas que sean, de ser puesto en práctica; lo que adelantamos nosotros podría ser asumido por algún candidato a la Presidencia en el 2012, y en caso de ganar, aplicarlo después. Pero la materialización de las propuestas es todo menos inminente.Sin embargo, la segunda diferencia es mucho más importante como contestó Aguilar Camín. El meollo de nuestro esfuerzo es su carácter holístico, buscando despojar a este término de toda connotación exótica. Se trata de una serie de ideas, de escasa originalidad pues figuran en la agenda de muchos: una vigorosa política anti-trust contra los poderes fácticos -o monopólicos públicos, u oligopólicos o empresas dominantes privadas, o sindicatos, o partidos políticos, o mafias intelectuales o mediáticas; la construcción de entes regulatorios con autonomía y dotados con capacidades legales de acción; una clara elección del código postal del mundo al que queremos pertenecer, en el entendido que proponemos sea el de América del Norte y que no significa romper lazos culturales, diplomáticos o nostálgicos con América Latina pero sí aceptar, gustosa o resignadamente, que nuestros vínculos económicos y políticos son con América del Norte; un innovador enfoque de protección social -el de Santiago Levy- de un piso mínimo de derechos sociales (salud, seguro contra el desempleo, pensión, etcétera) para todos los mexicanos, financiados por el fondo fiscal central mediante la generalización y en su caso aumento del IVA; el garantizar la seguridad a los mexicanos a través de una policía nacional y la reconstrucción del aparato de Estado con la creación de un Ministerio del Interior; la reelección inmediata de diputados y senadores, el referéndum para cambiar la Constitución, y la segunda vuelta en la elección presidencial, para construir un régimen político susceptible de tomar decisiones.Todas estas ideas se encuentran engarzadas unas con otras, poseen una lógica interna y no es factible una sin la realización de otra: no se puede crecer sin distribuir mejor, no se puede distribuir si no se crece, no se puede crecer ni distribuir sin tomar decisiones, no se pueden tomar decisiones sin instituciones que lo permitan, no se puede hacer nada sin seguridad pública y sin una ubicación clara en el mundo. En esto consiste la gran diferencia con el decálogo de Calderón: aquí hay una estructura, un orden y una secuencia en un enfoque, perdón por repetir la palabra, holístico. Una lista de temas y una propuesta con coherencia interna y robusta son dos cosas distintas, aunque no opuestas. Calderón puede transformar su catálogo en una estructura holística e impulsarla. Por lo pronto ofrecemos este ensayo como contribución mínima al esfuerzo, que ojalá se volviera de todos, para transformar la campaña y elección del 2012 en un referéndum sobre un programa.

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