Dos ex funcionarios federales se dan a la tarea de desarticular los argumentos que sostienen la lucha frontal contra el narcotráfico; y una escritora de Ciudad Juárez fija la única esperanza en las transacciones ilegales.Desaciertos a la vistaAunado a la percepción social de que el gobierno federal está perdiendo eso que desde su gabinete de Seguridad Nacional se bautizó como “la guerra contra el narcotráfico”, ahora aparece un texto en esa misma dirección.Rubén Aguilar V., ex vocero presidencial, y Jorge G. Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores, ambos con Vicente Fox, presentan el libro El narco: la guerra fallida.Es un análisis con el que destrozan “los malentendidos y medias verdades” que han sido utilizados por el gobierno del presidente Felipe Calderón para justificar una campaña que, pareciera, no está llegando a ningún lado.Pero la falta de resultados no se debe a que se están haciendo mal las cosas, sino a que en materia de combate al crimen organizado, están haciendo “round de sombra” con un enemigo que ahí está y que no molesta a nadie, si acaso se molestan entre ellos.Con cifras oficiales, que son públicas en cualquier sitio de internet de las dependencias involucradas, se demuestra que el consumo de estupefacientes o la violencia no han ido en aumento en el país, o que la mayoría de las armas usadas por el crimen organizado no vienen de Estados Unidos.Y, por si algo le faltara a esta “guerra fallida”, mientras en el campo de batalla, soldados, marinos y policías federales se juegan la vida, al interior del gabinete de Calderón surgen admiradores de la estrategia del narcotráfico.A pesar de la renuncia de Jeffrey Max Jones a la subsecretaría de Fomento a los Agronegocios de la Sagarpa, el gobierno federal debería revisar sus tácticas en esa guerra.–David VicenteñoTítulo: El narco: la guerra fallidaAutores: Rubén Aguilar V. y Jorge G. CastañedaEditorial: Punto de LecturaMéxico 2009, 143 pp.Cuentos, cuentos; sólo por el géneroExiste una marcada frontera que divide lo excepcional de lo cotidiano, pero se trata de un muro divisorio que, aunque luce infranqueable a la distancia, teniéndolo cerca deja ver sus debilidades.Ante él se posa Arminé Arjona (Chihuahua, 1958) y, cual “coyote”, ayuda al lector a brincar del otro lado, donde lo inverosímil cobra racionalidad, para luego conducirlo por senderos terregosos e insolados, por ciudades dormitorio y desiertos de labranza, en los que la única esperanza está sembrada en campos clandestinos y en transacciones ilegales.En el camino que lleva al otro lado te acompañan “mulas” que trasladan droga en el regazo, algunos hombres y otros niños o mujeres; capos homicidas con miedo a las inyecciones; gringos que son carne de cañón y pantalla para despistar agentes aduanales, y otros tantos que caminan junto a ti. Son lo mismo aquellos que dan el dinero que los que lo reciben y, mientras andan, te cuentan sus historias.Algo de humor resta luego de traspasada la garita. Alguna frase sarcástica o curiosa se asoma a la plática con estos personajes, de tanto en tanto. Pero el valor de Delincuentos no radica en sus aproximaciones a la comedia, sino en su sentido trágico, que obliga a interpretar como normal lo que no debería serlo: la violencia, la impunidad, la omisión del Estado.–Paris MartínezTítulo: DelincuentosAutor: Arminé ArjonaEditorial: SolarMéxico 2009, 111 pp.