Las premisas falsas de la guerra contra el narcoEste trabajo rebate punto por punto las tesis presidenciales que dieron origen a la declaración de guerra al narco por parte del presidente Calderón en diciembre del 2006.Rubén Aguilar ValenzuelaDomingo 22 de Noviembre de 2009 Milenio semanalBajo el título El narco: la guerra fallida (Santillana, 2009) Jorge Castañeda y yo hemos escrito un texto que se propone demostrar que las premisas en las que el presidente Felipe Calderón sustentó su declaratoria de “guerra” contra el narco el 11 de diciembre del 2006 son falsas. Ese día el presidente decidió lanzar un ataque frontal contra todo el narcotráfico, en todo el territorio, con toda la fuerza a su alcance y todo el tiempo.Desde el primer momento Castañeda y yo estuvimos en desacuerdo con la estrategia. A partir de la información que teníamos, los dos dábamos seguimiento al tema y habíamos escrito sobre el mismo, y pensábamos que no se justificaba la decisión. Allí estaban los estudios e investigaciones nacionales e internacionales que demostraban que el enfoque estrictamente punitivo en la lucha contra el narcotráfico siempre había terminado en el fracaso de los gobiernos. La única razón que nos pareció creíble para que el presidente eligiera esta salida fue que buscó una acción de gran envergadura que le permitiera legitimarse y fortalecerse ante el ruido que había provocado la elección presidencial del 2006.Tanto Castañeda como yo estamos convencidos que Calderón ganó en unas elecciones legales y legítimas; por pocos votos, pero no tenemos ninguna duda de que él triunfó. En todo caso queda la impresión de que el presidente pensó que la estrategia en poco tiempo podría tener buenos resultados y que pronto podría dejarla atrás. No ha sido así y el número de los asesinatos y de las víctimas va en aumento. Las personas tampoco se sienten ahora más seguras: las encuestas arrojan que ha sucedido precisamente lo contrario.LA INVESTIGACIÓNLa investigación que da origen al texto se extendió de enero a septiembre del presente año. Fueron nueve meses de revisión de informes y encuestas generadas por el gobierno federal y organismos internacionales, de manera particular las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno de Estados Unidos y centros académicos de México y ese país.La interpretación de los datos es nuestra, pero siempre cuidamos y confrontamos con diversas fuentes la solidez de los mismos. En todo momento hicimos un esfuerzo para que fueran los datos los que hablaran: estamos convencidos que la discusión que se da en el país requiere trascender los dichos y fundarse en cifras duras.El trabajo quiere ser una invitación a la discusión y el debate de un tema fundamental no sólo ahora sino desde hace ya muchos años en nuestro país. Nos proponemos “explicar, informar y desmitificar” lo que el gobierno plantea en relación a su estrategia y también aportar elementos para que los lectores hagan su propio juicio. Si logramos que en razón de la información que proponemos nuestros lectores duden de las medias verdades que han ido ganando terreno, nos sentiremos satisfechos y bien pagados.LAS PREMISAS FALSASEl consumo ha aumentado y las drogas invaden las escuelas. Sostenemos que no existen datos para afirmar que ha aumentado de manera significativa la demanda y consumo de drogas de acuerdo con las cifras del propio gobierno a partir de las cinco encuestas nacionales sobre adicciones. De manera particular la quinta, ya realizada en el gobierno del presidente Calderón en 2008 y que se retuvo por año y medio, dada a conocer tres días antes de que el libro saliera a la venta.Esta encuesta plantea que el consumo de drogas ilegales en la población mexicana, urbana y rural de 12 a 65 años creció apenas en 0.7 por ciento entre 2002 y 2008 al pasar de cinco a 5.7 por ciento en seis años. Los adictos, de acuerdo con los resultados preliminares de la misma encuesta, representan sólo 0.4 por ciento de la población, no más de 450 mil ciudadanos en una población de 110 millones de habitantes, un porcentaje muy menor con relación no sólo a Estados Unidos y a los países de la Unión Europea sino también a los de América Latina.A partir de esta información sostenemos que México no es un país de consumo, que sigue siendo en lo fundamental uno de tránsito. Los organismos internacionales, de manera particular la ONU, establecen que México es un país de “bajo consumo” de drogas ilegales.La violencia ha crecido de manera exponencialSi una de las razones de la “guerra” era hacer frente al aumento de la violencia, todos los estudios académicos, incluso los del gobierno, señalan que ésta venía declinando desde el inicio de los años noventa. En agosto del 2009 el presidente Calderón y Medina Mora, procurador general de la República, declararon que los homicidios dolosos en México habían caído de 100 por 100 mil habitantes en 1990 a sólo 10.7 en 2008.En coincidencia a lo señalado por el presidente y el procurador, el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (Icesi) publicó en 2009 un estudio donde señala que la media nacional de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes bajó de 17 en 1997 hasta 10 en 2007, para aumentar, después de dos años de la “guerra”, a 12 en 2008. El indicador de la OMS para medir los niveles de violencia de una sociedad es el número de crímenes dolosos por 100 mil habitantes.La penetración de las instituciones del EstadoQue el motivo de la guerra fuera la penetración del narco en nuevas o más importantes esferas de la vida política nacional tampoco es creíble: estamos hablando de México, no de Noruega. La complicidad del narco con las autoridades municipales, estatales y federales no nació ayer. La evidencia indica que esta presencia fue mayor hace 12 o 15 años, con pruebas de que en los últimos 10 años el gobierno le estaba cerrando el espacio a esa penetración.Las armas que entran de Estados Unidos explican la violenciaEl tráfico de armas procedentes de Estados Unidos no es la causa de la violencia en México, como lo señalan las autoridades. La mayoría de los países de América Latina tienen índices muy superiores de violencia con armas que provienen de otras regiones. Sostenemos también que no es posible que desde Estados Unidos ingresen de manera ilegal diariamente dos mil 700 armas a manos del narcotráfico como lo ha planteado alguna autoridad federal. Las razones de la violencia hay que buscarlas en otro lado y no en el tráfico de armas, que es real, pero muy menor a lo que se dice.La posición de Estados UnidosPlanteamos que según las estadísticas de las autoridades de Estados Unidos la demanda en ese país ha permanecido estable en los últimos 40 años, variando sólo en su composición: más marihuana en los sesenta y setenta; más cocaína (y crack) a partir de 1985 y hasta finales de siglo; más metanfetaminas desde entonces y hasta hace poco cuando su consumo empezó a desplomarse.Es cierto que mientras haya demanda en Estado Unidos habrá oferta en México, en América Latina y en el mundo entero; pero también es cierto que siempre habrá esa demanda y que la sociedad y el gobierno estadunidenses no están dispuestos a dar la “guerra” porque la consideran inútil. Ellos van en la dirección no sólo de despenalizar el consumo sino de legalizarlo. Ahora son 15 estados que ya lo han hecho con la marihuana médica y están en puerta otros cinco: las autoridades estadunidenses le hacen frente al problema de las drogas desde la lógica de la salud pública y no de la seguridad pública.LA PROPUESTAEn el último capítulo, el sexto, hacemos una propuesta de cómo enfrentar de otra manera al problema social que implica la venta y consumo de drogas que, por cierto, es un fenómeno que siempre habrá de existir. Para eso intentamos mostrar cómo el “éxito” de Álvaro Uribe en Colombia es un contra-ejemplo en relación a la estrategia de Calderón.Ofrecemos datos que ilustran cómo Colombia ha logrado notables avances en la limitación de los efectos colaterales provocados por el narcotráfico —secuestros, atentados, guerrillas, paramilitares, corrupción, hostigamiento por parte de Estados Unidos— sin reducir la superficie sembrada de hoja de coca, ni la producción y exportación de cocaína.La estrategia alternativa que proponemos a la de carácter punitivo consta de cinco puntos: a) Asumir que la venta-compra de drogas es un problema social que siempre estará presente, donde lo que hay que controlar son los perversos efectos colaterales como la violencia y la corrupción; b) Reducir lo más que se pueda el daño desde la óptica de la salud pública, lo que implica, entre otras cosas, la legalización médica de las drogas; c) El constituir una policía nacional única que suplante a las municipales y estatales; d) Sellar la frontera sur por el Istmo de Tehuantepec con el propósito de que la droga ya no pase por el territorio nacional y que vuelvan a ser utilizadas las rutas del Caribe; e) Cabildear con el gobierno de Estados Unidos para aprender de su exitosa estrategia, que no implica el enfrentamiento militar, para aplicarla también en México.