¿Y si prohibimos el alcohol?

Con motivo de la excelente iniciativa tomada por el Senado de la República al organizar el "Foro Tricameral. de la Prohibición a la Regulación: nuevos enfoques en política de drogas" se han producido importantes aportaciones a la discusión como la del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien enfatizó el hecho de que se lavan en el sistema financiero 77 mil millones de dólares del negocio de las drogas, esto es, la mitad del valor total de esta actividad ilícita. De modo que podemos concluir que mientras los grandes consorcios bancarios obtengan tan importantes beneficios, la lucha contra el comercio de estupefacientes seguirá fracasando y no veremos disminuir ni el consumo ni la violencia que lleva aparejado, la cual se incrementa cuando el problema se plantea dentro del ámbito de la seguridad pública y no desde el ángulo de la salud.De manera que los nuevos enfoques a los que invita el seminario deben servir para enfrentar el asunto de modos más eficaces pues está visto que la "guerra contra las drogas" como ahora se libra, no tiene para cuándo ganarse, y como sostuvo Insulza, el tráfico de las mismas en lugar de disminuir está aumentando. De ahí que no esté de más reflexionar acerca de la situación generada por una droga permitida como el alcohol que de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud provoca dos y medio millones de muertes anualmente, de las cuales 320 mil son de jóvenes de entre 15 y 29 años de edad que fallecen cada año por motivos vinculados con el consumo nocivo de esta substancia, el cual ocupa el tercer lugar entre los factores de riesgo de la carga mundial de morbilidad. Desde el punto de vista social el alcohol afecta incluso a personas que no lo consumen en razón de los efectos de accidentes de tránsito, situaciones de violencia e impactos en el entorno familiar. Se trata de la toxicomanía más extendida, se presenta en todas las categorías de edad, en ambos sexos y prácticamente en todos los grupos sociales.No obstante la magnitud de sus efectos dañinos, el combate a los mismos no se emprende mediante la prohibición de su consumo y declarando ilegal su producción. Esta fórmula y demostró su ineficacia. Si se revisan las medidas consideradas por la OMS para reducir la carga del consumo nocivo de alcohol, se verá que ni por asomo se considera la posibilidad de declararlo ilegal. Debe tomarse en cuenta que no todo consumidor es un adicto ni necesariamente cada adicto se conduce con violencia.Evidentemente, la prohibición en el caso del alcohol es un remedio que se estima peor que la enfermedad, ¿por qué ha de ser distinto con otras drogas? Pero, por otra parte no puede desconocerse la preocupación relativa a la extensión de la despenalización. ¿A cuántas substancias debe concederse? ¿Qué otros efectos secundarios no previstos puede acarrear? Tampoco puede aceptarse la tesis de que no es factible legalizar el empleo de ciertas drogas solo en ciertas regiones puesto que varios estados de la Unión Americana lo están haciendo cada uno por su lado. Lo cierto es que se requiere mayor análisis y para eso sirven eventos como el auspiciado por el Senado.

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