Nada garantiza que el acuerdo preliminar logrado entre Irán y el P-5+1+UE no sea saboteado de aquí a junio por adversarios: los conservadores en Teherán, los republicanos en Washington, Netanyahu en Israel y los saudíes y otros en el Golfo Pérsico harán lo posible para torpedearlo. De no ser el caso, puede tratarse del acontecimiento internacional más importante desde el 11 de septiembre o de la desaparición del campo socialista.No por el fin del programa nuclear iraní con fines militares ni por evitar una carrera armamentista y una guerra regional si los ayatolás lograran construir una bomba atómica y los misiles para transportarla. Estos son los objetivos inmediatos y obvios de las negociaciones; no son algo menor. El acuerdo que se firmará en julio puede implicar mucho más: un cambio radical en la ecuación geopolítica en esa parte del mundo.Desde los treinta, y luego a partir de 1947, EU y Europa Occidental fincaron su estrategia hacia la zona en dos pilares: la defensa incondicional de Israel y una alianza a toda prueba con Arabia Saudita y con los Emiratos Kuwait, Qatar y Bahréin. El pilar israelí perdurará, aunque no como antes. Pero la otra faceta encerraba consecuencias dramáticas para Occidente que no aparecieron hasta principios de los 90. El canje de petróleo por armas, inversiones, antisovietismo y estabilidad incubó el huevo del Islam sunnita en sus diversas versiones, del Islam radical en sus diversas versiones, de las madrasas extremistas y dotadas de recursos infinitos en sus diversas versiones, y del yihadismo en sus diversas versiones dentro de las comunidades musulmanas en Europa. Era quizás imprevisible, y probablemente inevitable.A partir del acuerdo de Lausanne, es posible una alternativa: que el interlocutor privilegiado de Occidente en el mundo islámico de esa región no sea el reino de devoción wahhabi y de características feudales, imbuido de las prácticas más retrógradas, brutales y degradantes del Islam, sino el régimen shiita de un país de clase media, moderno, cada vez más liberal en sus usos y costumbres, aunque no en sus leyes incumplidas, y que puede llegar a integrarse en la globalización con mayor facilidad que Arabia Saudita. ¿Que detesta a Israel? Sí, pero todo lo político es negociable; no lo religioso. ¿Que arma y apoya a Hamás y Hezbolá? Sí, pero son grupos terroristas con propósitos políticos, no morales. Idealmente habría un camino intermedio entre el Shah y los ayatolás Khomeini y Khamenei; en el que nos tocó, prefiero la civilización persa milenaria a los beduinos de los desiertos arábicos.