Jorge Castañeda
Escribo esta nota a las 11 de la noche, cuando todavía no hay un resultado definitivo de la elección presidencial norteamericana, pero cuando todo parece indicar que, para sorpresa de todos, pasará lo que, en Estados Unidos, en México, en los mercados, en las encuestadoras, en las cancillerías, se sugería que no pasaría: la victoria de Donald Trump. Todavía a esta hora existe una pequeña posibilidad de que Hillary Clinton gane en los estados de Michigan, Minnesota y Pensilvania, y con eso alcance 271 votos o quizás algunos más para conservar una victoria que se antojaba inevitable incluso hace algunas horas. Pero lo más probable a estas alturas es que gane Trump.
Hay tres grandes preguntas que todos tendremos que hacernos en los próximos días, semanas y meses. La primera, obviamente tiene que ver con el error garrafal que cometieron las encuestas y los especialistas que dieron por hecho un triunfo de Clinton, que aun si sucediera hoy, no lo hará de ninguna manera por el margen que se esperaba. ¿Por qué ese error? ¿Por qué ese margen? ¿Por qué esa imposibilidad de ganar?
Segunda pregunta ¿Cómo es posible que la sociedad norteamericana haya votado mayoritariamente por Donald Trump? Habrá que revisar con mucho cuidado las encuestas de salida, los análisis que hagan los sabios y también, por supuesto, los exámenes más profundos que se realizarán en los próximos meses para tratar de entender cómo una sociedad que eligió a Barack Obama hace apenas ocho años, que estuvo a punto de elegir a una mujer para la presidencia, acabó eligiendo a un personaje como Trump.
Y tercera pregunta ¿Qué hay que hacer en México? Lo primero es dejar de contarnos cuentos. Todavía me zumban en los oídos los colegas, los amigos y lo enemigos que desde hace un año y medio nos dicen que no hay que preocuparse porque Trump nunca iba a ganar la candidatura republicana. Luego, nos dijeron que no había que preocuparse porque nunca iba a ganar la elección presidencial. Y ahora nos dicen que no hay que preocuparse porque no va a hacer nada de lo que prometió. No va a deportar a millones de mexicanos, no va a construir el muro y no va a reabrir el Acuerdo de Libre Comercio, ni enterrar el TPP. Para empezar, sería hora de ser realistas, de dejar de inventar historias que poco tienen que ver con la realidad. Y luego, comenzar a discutir lo que no discutimos de los últimos veinte años para acá ¿Qué efectos reales tuvo para México y para Estados Unidos la integración creciente de ambas economías y qué reacciones sociales y políticas provocó?
Acabo sin conocer el resultado, esperando que se haga el milagro y gane Clinton, pero temiendo que no se haga y que gane Trump.