Jorge Castañeda
Para seguir con la infinita especulación sobre los comicios norteamericanos, van tres reflexiones adicionales. Una sobre Peña y Trump; otra sobre Obama y Cuba; la tercera sobre la amplia victoria de Clinton en el llamado voto popular.
Si la absurda invitación de EPN a Trump, y el ignominioso recibimiento que le dio, fue para lograr una ventaja comparativa mexicana por si ganara el magnate, no funcionó. Conviene recordarlo: EPN hubiera podido hacer lo mismo que el presidente de Egipto o el primer ministro de Israel. Podía ver a Trump y a Clinton en Nueva York en el contexto de la Asamblea de la ONU.
Su gente temía una tormenta financiera en México, e invitaron a Trump para evitarla. Sólo que el peso se depreció casi 14 por ciento en tres días, más que cualquier otra moneda del mundo, y más que la mexicana en cualquier otro momento desde 1994. La Bolsa cayó 7.2 por ciento la semana pasada; el Dow Jones, al que siempre sigue el IPC, subió 2.8 por ciento. ¡Que buen blindaje!
Si el oso de Videgaray fue para establecer comunicación con Trump, quienes no lo invitaron a sus respectivos países también lo lograron. Durante las primeras 48 horas después de su elección, el nuevo mandatario de EU habló con los ejecutivos de India, Irlanda, Turquía, Japón, Egipto, Israel, Australia, Corea del Sur, Alemania y Reino Unido. Este jueves, el jefe de gobierno japonés será el primer colega de Trump en reunirse con él, en Nueva York. Trump no fue invitado a Tokio durante la campaña.
Clinton se llevó el voto latino o hispano por casi 40 puntos porcentuales a nivel nacional. Pero en Florida su margen se redujo a 25-30 por ciento. La razón: los cubano-americanos. El 54 por ciento –o casi el 60 por ciento según algunas encuestas– de los mismos votaron por Trump, siendo que en 2012 y 2008 lo hicieron mayoritariamente por Obama: el cambió fue de 12 por ciento.
Según un analista latino, Clinton, quien perdió el estado por 125 mil votos sobre nueve millones emitidos, vio crecer el apoyo cubano a Trump por 20 puntos durante las últimas dos semanas de la campaña. De acuerdo con Andrés Oppenheimer, el motivo fue la decisión de Obama de permitir la importación de puros y ron cubano, y de abstenerse en la ONU sobre el embargo de Estados Unidos a Cuba… dos semanas antes de las elecciones. Florida tiene 29 votos electorales y Trump obtuvo 290, veinte más de los necesarios. ¿Valieron la pena los Cohiba y el Matusalém o Tesoro?
En el conteo de los votos emitidos antes del 8 de noviembre y ese mismo día, Clinton le ganó a Trump por 630 mil votos: un margen superior al de John F. Kennedy sobre Richard Nixon en 1960. Una vez tabuladas todas las boletas enviadas por correo, es posible que esa ventaja se acerque a los dos millones de votos. El sistema norteamericano del Colegio Electoral ya había generado desenlaces aberrantes (en 2000, por ejemplo), pero nunca así. Si la elección fue un referéndum nacional sobre la presidencia de Obama, ganó Obama: para nada una presidencia desastrosa, ni mucho menos la peor de la historia de Estados Unidos, como me dijo un alto funcionario de Los Pinos hace dos años.
Si fue un reflejo de la estrategia clintoniana, se transformó en un desastre. El triunfo de Trump en el Colegio Electoral se debió a errores de campaña de Clinton, y de los demócratas desde hace 24 años en los estados industriales de la Unión Americana. Clinton perdió en Pennsylvania, Michigan, Ohio y Wisconsin, estados que Obama ganó en 2008 y 2012, pero que Clinton visitó menos que lo necesario. Pero sobre todo, son los estados de donde provinieron gran parte de los diputados que votaron en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1993. La vieja base manufacturera del centro de Estados Unidos le cobró cara la factura a los demócratas. Con razón.