Jorge Castañeda
Conforme se acerca la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, se incrementan –supongo– las deliberaciones en múltiples capitales, palacios presidenciales y cancillerías en el mundo sobre las respuestas que habrá que darle. Me imagino que es el caso también en México, y que más allá del frenesí de reuniones y grupos de alto nivel y de reflexión, nuestras autoridades contemplen de frente las diversas disyuntivas ante las cuales se encuentran. Ya he hablado de varias; aquí me gustaría referirme a una, la que podríamos llamar de estrategia negociadora.
Trump y los hechos han abierto cinco frentes acuciantes en la relación México-Estados Unidos. Son: el muro, las deportaciones, la reapertura del TLCAN, la legalización de la mariguana en California y el flujo de migrantes centroamericanos por México hacia EU. Los tres primeros provienen de la elección de Trump; el cuarto, de la votación en California, que vuelve absolutamente absurda la continuación de la guerra contra el narco. El quinto, a pesar del repunte del número de familias migrantes que llegan a México y a nuestra frontera norte, se remonta al verano de 2014 y a la petición que hizo Obama “como cuates” para que le ayudáramos. Conforman cinco temas aislados, o un paquete complejo e interesante.
La tradición mexicana –no siempre consciente ni elaborada– ha sido que los temas de la agenda con Washington se negocian uno por uno, separadamente. Existieron excepciones, pero la inercia de la cancillería, del priismo y del nacionalismo revolucionario ha sido esa. Se temió siempre que las dificultades en un frente contaminaran los demás; que nos convenía más mantener cada tema en su propio carril, y evitar cambalaches o trade-offs de uno por otro. Además, ésta nos permitía dejarle a cada quien su territorio: Hacienda viendo las finanzas, Economía, el comercio, PGR, las drogas, Gobernación, la seguridad, Sedena, las armas, y Relaciones lo demás (poco). Tontos contentos y nadie coordinando el conjunto, salvo Presidencia, cuando le alcanzaba.
Hoy seguramente hay mucha gente en el gobierno que comparte este punto de vista. Sería un error juntar a los centroamericanos con el comercio, la mariguana con los migrantes, y el muro con lo demás. Yo no lo creo. Al contrario, pienso que nos hallamos ante una oportunidad histórica de armar un paquete sofisticado y ambicioso, que nos permita defendernos mejor, ganar algunas posiciones, y robarnos la base con Trump.
Su equipo no va a saber desenredar el paquete más que con tiempo. No habrán definido qué es más importante, por ejemplo: limitar las exportaciones de México a EU, o reducir la migración de México a EU: metas contrapuestas. Tampoco se encontrarán en situación de resolver qué nos proponen dar a cambio de seguir sellando (con grandes filtraciones) la frontera sur, o de seguir desperdiciando recursos y vidas en la guerra contra los sembradíos, los trailers y los túneles de mariguana.
Obviamente esto ya se ha discutido a fondo en el grupo de funcionarios y amigos convocados por Peña Nieto para enfrentar la crisis de Trump, y obviamente ya existe una determinación al respecto. A reserva de escuchar muy pronto los argumentos que llevaron al equipo y al Presidente a una decisión u otra, me pronuncio contra la táctica del salami, y a favor de la enchilada completa. Cada quien su gastronomía.