Jorge G. Castañeda
El video de una candidata de Morena para las elecciones municipales de Veracruz, de junio de este año, nos recuerda obviamente las clásicas tomas de 2004 del Señor de las Ligas, de los abrigos, de las maletas y de las bolsas de aquella época: todos colaboradores de Andrés Manuel López Obrador, recibiendo dinero de Carlos Ahumada, quien se tomó la molestia de grabar la totalidad de las escenas. Hay muchos parecidos y hay algunas diferencias importantes. Empecemos con los parecidos.
El guionista podría ser el mismo. Esto es Rocky I, Rocky II, Rocky III y Rocky IV. Se trata de una donación posiblemente ilegal, a una destinataria cuya aceptación del dinero también puede resultar ser un delito. De la misma manera, todo indica que se trataba en aquella época de un “cuatro” en potencia, que Ahumada le puso a la gente de López Obrador, no tanto para “ventanearlos” en lo inmediato, sino como un seguro de vida que en efecto necesitó más adelante, cuando languidecía primero en un calabozo cubano, luego en otro del DF (no sé cuál sea peor).
En el caso de la excandidata Eva Cadena, existen múltiples razones para pensar que ni siquiera se trató de un “cuatro” en potencia o hacia futuro, sino más bien de una trampa un poco simplista y rústica tendida a una simpatizante de AMLO, también simplista y rústica. No parece muy creíble que esto haya sido espontáneo y grabado de pura casualidad, por una especie de cámara de seguridad.
Ya se ha dicho que, si se trató de un ardid, eso no disculpa a Cadena ni, por cierto, a quien la engatusó. Si ambos están cometiendo un delito electoral, pues ambos deben ser castigados, cualesquiera que hayan sido las motivaciones profundas que llevaron a este bochornoso incidente. Lo lógico debió haber sido que Eva Cadena rechazara, indignada, el ofrecimiento de los $500,000; que denunciara de inmediato el nombre del “generoso” donante ante la autoridad electoral y ante los medios de comunicación, y que fuera corriendo con López Obrador para informarle de lo que había sucedido. Nada de esto aconteció. No pudo ella evitar la tentación de recibir el dinero, ya sea para Morena, ya sea para su propia candidatura en el municipio de Las Choapas. Se entiende, aunque no la exculpa, que ni la madre Teresa de Calcuta hubiera rechazado donativos. Primero los acepta, los destinaba a los niños desamparados a quienes cuidaba, y luego averigua de dónde venía el dinero.
El problema es que la gente que está reclutando Morena para sus distintas candidaturas y para sus apoyos hacia la campaña presidencial de 2018, no está siendo filtrada por nadie. Ya hemos visto aparecer en los mítines de López Obrador a gente por lo menos cuestionable de un pasado priista muy reciente. Seguramente con el paso del tiempo veremos más. Cuántos de ellos no aceptarán también el donativo anónimo –o ni tanto– de dinero bien habido, pero mal donado, o mal habido y mal donado ¿Qué procedimientos tiene López Obrador para evitar que esto vuelva a suceder, más que denunciar que fue víctima de una maniobra perversa? Ésta sin duda lo es.
Que estos $500,000 empalidecen frente a las gigantescas sumas que distintos gobiernos estatales y empresarios han canalizado a las campañas de gobernadores y candidatos presidenciales en los últimos años, es innegable. Que se trata probablemente de delitos tan graves los unos como los otros, también es indiscutible. Éste es el sistema electoral que tenemos. Habría que felicitar a todos los que lo han construido por lo menos desde 1996. ¿Realmente están contentos con lo que han labrado?