Jorge G. Castañeda
El tema de Venezuela nunca ha sido fácil para Andrés Manuel López Obrador. En 2006, gente con información lo acusó de recibir recursos de Hugo Chávez. No supo qué decir más que no conocía a Chávez, y que, por tanto, no podía ser discípulo o seguidor suyo. En 2012, el tema tuvo menos vigencia, pero de cualquier manera AMLO resultó incapaz de adoptar una postura democrática, moderna e inteligente frente a lo que ya entonces era un país en crisis. Hoy arde.
Por eso son tan notables las respuestas que le dio a Ciro Gómez Leyva en la última parte de la entrevista que le hizo el lunes en la noche. Uno puede pensar que a estas alturas insistir en las tonterías de la no intervención y autodeterminación de los pueblos, y la frase absurda, anacrónica y despreciable de “candil de la calle, oscuridad de la casa”, es ridícula. También puede uno hacer a un lado dilemas como el que algunos de sus principales asesores estén en la nómina de Russia Today, la cadena televisiva oficial de Putin. Incluso puede uno pasar por alto la desfachatez de AMLO, de hablar de 2006 y cómo le robaron la Presidencia para imponer al espurio de Felipe Calderón, y cómo él hizo un plantón y que eso sí es una verdadera afrenta a la democracia, etcétera. Como definición ante Venezuela, cada quien habla de cómo le fue en la feria, sobre todo cuando quiere evitar cualquier tipo de pronunciamiento. Se vale.
Pero cuando AMLO les dice a los opositores venezolanos a la dictadura de Nicolás Maduro: “les recomiendo que no caigan en la trampa de la violencia… Un dirigente puede poner en riesgo su vida, pero no tiene derecho para poner en riesgo la vida de los demás. Cuiden eso; si tienen la fuerza, porque hay un movimiento amplio de protesta, utilicen métodos que no expongan a los ciudadanos. Y háganle caso al papa Francisco, busquen el diálogo, busquen la conciliación… Es muy lamentable que exista esta confrontación, lo digo de manera sincera, me duele que se sacrifique a la gente. El poder no justifica la pérdida de una sola vida, de un ser humano…”
No denuncia la represión de las fuerzas del orden y de los colectivos oficiales contra los manifestantes y estudiantes; no menciona a los presos políticos; no se refiere al intento de golpe de Estado de hace unas semanas, al arrebatarle el poder a la Asamblea Nacional para entregárselo a una Suprema Corte completamente dominada por Maduro.
Ni siquiera se refiere al nuevo intento de golpe de Estado a través de la convocatoria a una Asamblea Constituyente sin representantes electos de ningún tipo.
Todo eso es absolutamente incomprensible. Es la postura de Gustavo Díaz Ordaz en su informe de 1969, cuando responsabiliza a los manifestantes del movimiento estudiantil del año anterior de la represión y de las muertes que tuvieron lugar.
¿Qué acaso los casi 40 muertos recientes venezolanos no merecen ningún gesto de solidaridad por parte de AMLO? ¿Qué los familiares de los presos políticos no merecen ningún tipo de compasión? ¿Qué la oposición venezolana legal, legítima tanto en el poder Legislativo como en los ejecutivos departamentales, no merece ningún respeto? ¿Ni siquiera que López Obrador converse con ellos? ¿De veras los manifestantes son los responsables de su propia muerte? ¿O lo es el gobierno de Maduro, que ha creado las multitudes de llamados colectivos por ahora apertrechados únicamente con armas cortas, pero que muy pronto, según Maduro, recibirán hasta 500,000 fusiles automáticos?
Es lamentable que alguien que pueda ser el próximo Presidente de México tenga una posición tan aberrante sobre un tema de gran importancia para México y América Latina, cuyos países integrantes, dice AMLO, son más importantes para él que los del resto del mundo. Hay que ver la entrevista de Ciro Gómez Leyva. Es patética.