Paco Calderón tiene toda la razón al tildar de petate del muerto las advertencias de López Obrador sobre el golpismo y los cantos de sirena al respecto. No existe absolutamente ninguna razón para pensar que sectores del Ejército siquiera contemplen la posibilidad de destituir al actual presidente, no sólo porque supuestamente son leales a la Constitución, a las instituciones, al pueblo, etc. La razón principal por la cual es inexistente tal peligro radica más bien en la perfecta felicidad de las Fuerzas Armadas con el gobernante actual, que les ha dado más oportunidades para crecer e ingresar a ámbitos de los cuales estaban vetados anteriormente y a quienes rinde pleitesía cada vez que puede.
Una razón adicional por la cual se trata, en efecto, de un petate de muerto, es que para que haya un golpe en un país, debe haber algún sector de la sociedad que esté harto del gobierno en funciones y que busque sustituirlo por otro. Huelga decir que ninguno de los poderes fácticos que podamos analizar hoy —empresarios, Iglesia, Estados Unidos, vieja clase política, sindicatos, etc.— albergan el más mínimo deseo de deshacerse de López Obrador. Pueden no estar contentos con él, pero ninguno de ellos tiene la voluntad —algunos dirían las agallas— de recurrir a esos métodos.
Ilustración: Patricio Betteo
Pero le faltó otro petate a Calderón. Me refiero al de la supuesta investigación de Enrique Peña Nieto por las autoridades mexicanas, entiéndase la Fiscalía, tal y como lo informó ayer el Wall Street Journal. El diario ofrece como fuente a un alto funcionario judicial mexicano, que sólo pueden ser dos: el fiscal Gertz Manero o el jefe de la UIF, Santiago Nieto. Conociendo la discreción de Gertz en todos estos asuntos, no queda más que pensar que ésta es otra volada de Santiago Nieto, que ya nos ha acostumbrado a muchas. Por más que López Obrador insinúe o afirme explícitamente que los negocios sucios de Agronitrogenados y Fertinal no podían haberse llevado a cabo sin el visto bueno de “hasta arriba”, es decir Peña Nieto, de ahí a que se haya abierto una investigación y que se proceda al respecto, existe un buen trecho. Más bien lo que quiere hacer López Obrador, desesperadamente, es distraer la atención de sus múltiples frentes en crisis, empezando por los feminicidios, incluyendo la desaceleración económica en pleno agravamiento, y varias otras bombas de tiempo que siguen activadas.
Es una táctica que le ha funcionado muy bien a López Obrador en el pasado. A ella recurre también con frecuencia y con éxito Donald Trump. Cada vez que algo sale mal, inventa un nuevo problema para poner a la gente, a la comentocracia, y a las redes sociales, a discutirlo, y así dejar atrás la enésima crisis no resuelta. Esto es lo que está sucediendo ahora, tanto con el golpismo, como con Peña Nieto. La razón es cada vez más evidente. El gobierno está rebasado por heridas autoinfligidas, accidentes imprevisibles, una gran insensibilidad frente a cierto tipo de temas, y por el curso natural de las cosas.
Esto último es desde luego el más preocupante. Conforme pasa el tiempo, es cada vez más claro que nadie está invirtiendo en México más allá del mantenimiento de los activos existentes y de la realización de proyectos anteriormente iniciados. De ahí que nos dirijamos cada vez más hacia un estancamiento económico más o menos permanente, con la consiguiente caída de ingresos para el erario, y la creciente caída del empleo.