No debiera sorprender a nadie que el presidente López Obrador haya anunciado ahora que el domingo 19 de abril, es decir en realidad el lunes 20 de ese mismo mes, volveremos a la normalidad en México. El presidente Trump dijo lo mismo, sólo con una semana de anterioridad: afirmó que desde el domingo de resurrección, es decir 12 de abril, las cosas en Estados Unidos debieran normalizarse.
En el caso de Trump se produjo desde luego una reacción muy negativa. Los científicos que lo acompañan, es decir los encargados de las instituciones como los CDC y otras que mantienen cierto grado de autonomía frente al ejecutivo, así como los republicanos en el Congreso, sin hablar de los demócratas, ni de los gobernadores de los estados más afectados, manifestaron su escepticismo ante la posibilidad de que, dentro de apenas dos semanas, la pandemia dentro de Estados Unidos haya concluido, y que se pueda volver a un cierto statu quo ante.
En el caso de López Obrador, su palero López-Gatell, se desconcertó en público; exclamó más o menos “con cierta discreción”; pero es obvio que el anuncio del presidente tomó por sorpresa a su principal colaborador en esta materia, ya sin hablar de los demás.
Ilustración: Víctor Solís
Sin embargo, en alguna medida Trump y López Obrador tienen razón. Si para mediados de abril, el total de fallecimientos en Estados Unidos no rebasa los 2 000 —un porcentaje mínimo en un país de 330 millones de habitantes, dónde fallecieron el año pasado 70 000 personas por sobredosis de opiáceos— o en México, con menos de 30 o 40 decesos —lamentables sin duda— en este momento, será insostenible el cierre de la economía de ambos países. Los europeos son distintos. La cohesión social, el respeto por las instituciones, el daño real a sus sociedades —España e Italia lo comprueban— son otra cosa.
Pero si para el 20 de abril en México afortunadamente no se han producido más fallecimientos que los que la curva actual sugiere, ni un mayor número de casos que las estadísticas actuales indican, aunque solo fuera porque existe una insuficiencia dramática de pruebas, resultará imposible para López Obrador, mantener a los niños fuera de la escuela pública. Y a la inversa. Si estos números se mantienen, tendrá toda la razón en anunciar que todos los niños de educación básica —preescolar, primaria y secundaria— deben volver a la escuela el lunes 20 de abril.
¿Le va a resultar su apuesta a AMLO? No sé. Seguramente él tampoco lo sabe. Pero no es una apuesta absurda y en buena medida se va a resolver el lunes 20 de abril.