A tres días de que el gobierno de México anuncie —con varias semanas de retraso— su plan de respuesta económica —ya no monetaria, sino fiscal— a la crisis del coronavirus, contamos con varios ejemplos de lo que se está haciendo en el resto del mundo. Ya sé que eso no nos importa, según López Obrador, pero una rápida reseña de las opciones disponibles puede resultar interesante, aunque solo fuera por motivos de curiosidad intelectual.
Existen, si queremos simplificar al extremo, dos modelos de respuesta a los efectos económicos de la pandemia. El primero, de Estados Unidos, consiste en entregarle dinero a la gente —poco, y por poco tiempo— ampliar el plazo del seguro contra el desempleo, extender créditos a empresas —Pymes, pero también las aerolíneas, por ejemplo— y, muy pronto, un programa de reactivación basado en la infraestructura. No se apuesta a conservar el empleo; el número de solicitudes de pago del seguro superó los diez millones durante las últimas dos semanas. Se busca sostener el consumo privado, evitar lo peor y esperar unas cuantas semanas y que la inyección de liquidez y de gasto a la economía baste para echarla a andar de nuevo cuando pase la pandemia.
Ilustración: Raquel Moreno
En cambio, como lo ilustra en particular un largo artículo de The New York Times de este jueves, Francia, junto con varios otros países de Europa occidental —Alemania, Reino Unido, Holanda, Dinamarca— han seguido un camino muy distinto (Ver “France Tries Limiting Joblessness to Confront Coronavirus Recession”. Básicamente, decidieron proteger el empleo en lugar de proteger a los desempleados. El gobierno francés paga 80% de los salarios de cualquier empresa en dificultades; la empresa la otra quinta parte. Esto va desde los 140 mil empleados de Aéroports de Paris —los vuelos en CDG y Orly han caído 90 %— hasta Pymes de cincuenta o menos empleados. El programa cuesta 50 mil millones de dólares, y se acompaña de unos 350 mil millones más en créditos garantizados por el Estado. Nadie pierde su empleo; el esquema puede durar varios meses; pero cuando la economía se reactive, las empresas tardarán mucho menos en volver a echar a andar sus actividades. No quebrarán, ni tendrán que recontratar, o a recapacitar a sus trabajadores.
Más de 3.6 millones de franceses ya se encuentran protegidos por el programa, que según el Times se inspira en dos fuentes. Primero, en la experiencia de la crisis de 2009, cuando el gobierno actuó de manera diferente, y el desempleo pronto llegó al 10 % (medido como en los países normales), y allí se mantuvo durante más de cinco años. Parte también del esquema alemán de Kurzarbeitergeld, o financiamiento de trabajo de corto plazo, que se utilizó en 2009 y permitió reducir el desempleo poco después de la crisis financiera.
Es cierto que el sistema europeo de bienestar permite este tipo de mecanismos más fácilmente que el estadounidense. En estos países, el seguro de desempleo cubre un porcentaje más elevado del salario anterior, durante más tiempo. Asimismo, se mantiene la cobertura de salud. De modo que el desembolso neto del Estado no es mucho mayor, a condición de que la crisis no pase de unos cuantos meses. La gran diferencia con el deficiente estado de bienestar norteamericano radica en la tranquilidad de la fuerza de trabajo: gracias a los impuestos pagados por todos, a déficits mucho más elevados permitidos por Bruselas, y a una mayor solidaridad social, nadie sufre la humillación de perder su trabajo.
En México, por el momento, se le está pidiendo a las empresas, grandes, medianas y pequeñas, que mantengan un programa como el francés, durante un mes, de su propio bolsillo. Ni el Estado pagará un seguro de desempleo inexistente, ni subsidiará una parte de los salarios de trabajadores que no trabajan. Algunas empresas -Slim, según AMLO- las cementeras, según su Cámara, Alejandro Ramírez de Cinépolis, según las redes sociales, han aceptado este arreglo. Veremos si las automotrices —casi un millón de empleos— las tiendas departamentales —casi medio millón— las grandes constructoras, aceptan al final del día un esquema único en el mundo. Se trata de un estado de bienestar financiado en su totalidad por el capital, por primera vez en la historia. Good luck with that.