Siempre hay temas más importantes que los internacionales, y la opinión pública no suele seguir con interés los asuntos vinculados a la relación de México con el mundo. Ni siquiera cuando involucran problemas directamente relacionados con la salud, por ejemplo, o con la reputación internacional del país. Pero igual es necesario comentarlos, sobre todo cuando se trata de una derrota tan notable y merecida como la de Nadine Gasman, directora del Instituto Nacional de las Mujeres, y candidata de México para encabezar la Organización Panamericana de Salud.
En la elección de ayer, la aspirante de López Obrador fue eliminada en la segunda ronda de votación, con 10 votos de 37. Fue electo un médico brasileño, funcionario de la casa, con 21 votos. Gasman apenas logró reunir los votos de los gobiernos de izquierda de América Latina. Todo indica que no consiguió ninguno más, a pesar de un gran esfuerzo de cabildeo (ciertamente pichicatero) por parte de la Secretaría de Salud y del subsecretario López-Gatell. Tal vez obtuvo el de Francia, que es miembro participante de la OPS.
Siendo una candidata con buenas credenciales, procedente de un país latinoamericano grande y que en los 120 años de existencia de la institución sólo ha tenido un director, se podría pensar que la Dra. Gasman poseía buenas posibilidades de ser electa. Sobre todo si los gobiernos de izquierda miembros de la OPS —México, Cuba, Nicaragua, Honduras, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Argentina más algunas islas del Caribe y Belice— la apoyaban con empeño. No fue así, y la razón ha sido citada por varios medios, en particular por la corresponsal de Proceso en Ginebra. Fue el marido.
En efecto, Gasman está casada con Joaquín Felipe Molina Leza, hasta hace poco coordinador de Análisis Estratégico y Evaluación del Insabi (sic). Antes fue funcionario de la OPS, y en particular su representante en Brasil. Fue también representante de su país de origen en la OPS. Ese país de origen es Cuba. Molina Leza ha sido demandado, junto con la OPS, en un tribunal de Estados Unidos, por trata de personas, esclavitud y trabajos forzados por exmédicos cubanos y la organización Prisoners’ Defenders. Lo acusan de ser el artífice y ejecutor del programa Mais Medicos de Cuba en Brasil, cuando bajo el gobierno de Dilma Rousseff unos 20 000 doctores cubanos fueron enviados a ese país. Los demandantes, junto con relatores de la ONU y otras ONGs, sostienen que las condiciones bajo las cuales trabajan y viven los médicos cubanos son asimilables a la esclavitud.
Más allá de si la exportación de médicos de Cuba al resto del mundo es un negocio inmoral (es, en todo caso, un negocio jugoso), para Estados Unidos, según parece, resultó inaceptable que la nueva directora de la OPS fuera la esposa de un personaje de esta ralea. Washington hizo la tarea, sobre todo con las naciones caribeñas. Si hace veinte años La Habana sí pudo vetar a un candidato mexicano, muy superior a la actual, ahora La Habana y la nueva “marea rosa” no pudieron elegir a una mexicana. Fue una mala candidata de un mal gobierno.
Alicia Bárcena es una muy buena candidata para dirigir el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero lo es de un mal gobierno. Algunos de sus partidarios suponen que López Obrador “planchó” el asunto con Washington antes de hacer pública su candidatura. Me extrañaría tanta visión estratégica y pericia de uno de los gobiernos más incompetentes de la historia del México moderno. Pero no se puede descartar. Lo que sí debiera quedar claro para Palacio es que la izquierda en la región no alcanza, ni siquiera exigiendo —haciendo el ridículo— el voto por voto, como López-Gatell ayer. Para qué multiplicar las derrotas en Washington.