Ayer México se abstuvo en la votación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra sobre una resolución que condenaba las violaciones a los derechos humanos en China, en particular en Xinjiang, contra los uigures. Se suponía que íbamos a pronunciarnos a favor de la resolución, ya que de alguna manera se basa en el informe que elaboró la ex alta comisionada para derechos humanos de la ONU, Michelle Bachelet, antes de dejar el puesto hace un mes. En los próximos días votaremos, me informan de la Cancillería en México, a favor de la incorporación de Venezuela y de Cuba al Consejo, que desde siempre no incluye a todos los países miembros de la ONU. Es decir, vamos a contribuir a elegir al Consejo a dos países que violan sistemáticamente los derechos humanos, y que lo hacen como política de Estado, no como abusos o excesos.
Esta es la política de derechos humanos del gobierno de la 4T. Desde luego que no tiene nada que ver con la no intervención. Si fuera el caso, López Obrador no hubiera felicitado a Lula antes de su probable elección en la segunda vuelta el 31 de octubre; no opinaría sobre lo que sucede en Ucrania; y no estaría prodigando consejos a cada rato a los llamados “mexicanos” en Estados Unidos para que no voten por candidatos al Congreso que “se portan mal con México”. Digo mexicanos entre comillas porque por definición son mexicano-americanos; si no lo fueran, es decir, ciudadanos de Estados Unidos, no podrían votar y, por lo tanto, las recomendaciones de López Obrador serían aún más absurdas de lo que ya son.
En estos días se celebra la Asamblea General anual de la OEA en Lima. Es probable que Estados Unidos y Canadá, por lo menos, presenten un proyecto de resolución condenando la invasión de Rusia a Ucrania nuevamente y, en general, adoptando una actitud muy crítica contra el gobierno de Putin. Aunque por el momento no sabemos oficialmente cuál será la posición de México, si eso sucede, es factible que de nuevo se produzca una división dentro del gobierno. Como en el Consejo de Seguridad de la ONU hace varios meses, habrá quienes —Ebrard y Juan Ramón de la Fuente— estén a favor de un voto positivo de México condenando la invasión rusa. Y habrá otros, en Palacio Nacional, muy cercanos a López Obrador, que buscarán evitar cualquier crítica de México al gobierno de Putin. Veremos en esta ocasión quién gana, ya que a diferencia de de la Fuente en la ONU, la embajadora de México ante la OEA es ciento por ciento bolivariana.
En el mundo actual es complicado definirse con congruencia ante todos los temas que involucran derechos humanos, democracia, respeto a la integridad territorial de los Estados, y sanciones económicas contra un país u otro. Pero si no se tiene brújula, no hay manera de tomar un rumbo determinado. Lo que este gobierno no tiene es una brújula, ni en un sentido ni en otro. O, más bien, su brújula es la suma de ocurrencias del presidente y sus colaboradores.