Sucedió lo que tenía que suceder. En un proceso diseñado para que ganara Sheinbaum, ganó Sheinbaum. Los demás le alzaron la mano, salvo Ebrard, que como claramente lo dibujó Paco Calderón, recurrió al clásico camachazo. Pataleó, criticó el proceso que él mismo contribuyó a armar, y veremos de aquí al lunes si pasa algo más.
Mientras, todo lo que dijo Ebrard sobre las irregularidades y excesos de la interna morenista se carga a la cuenta de la candidata morenista, y el Frente sabrá si lo utiliza, o prefiere no evocar recuerdos de su propio proceso. La comentocracia, por su parte, decidirá si le aplica el mismo rigor y se rasga las mismas vestiduras a propósito de Morena que del Frente, o si le perdona a López Obrador sus pecados en vista de que todo el mundo conocía de antemano el desenlace.
Lo interesante que permanece pendiente reside no tanto en lo que resuelva Ebrard, sino en lo que decida Dante Delgado. Partamos de lo evidente. La posible candidatura de Ebrard por MC, al igual que su desafortunado intento de conquistar la de Morena, no sería competitiva, sólo testimonial. Se entiende que a López Obrador le pueda convenir. Como él mismo afirmó, Ebrard y MC probablemente le restarían más votos al Frente que a Morena. Así sería, sobre todo si en la campaña sus ataques se dirigieran más contra el PRI que contra la 4T (como sería lógico). Es un error de principiante andar buscando a Ebrard para el Frente. De ser candidato, concentrará su fuego contra Xóchitl, no contra Sheinbaum.
Asimismo, con la excepción de la pérdida del fuero que obtendría si aceptara la senaduría de Morena, a Ebrard le vendría bien una candidatura de MC. Ciertamente perder el fuero no es poca cosa, vista la cola que le pisan. Pero igual se pasea, se le pasa lo ardido, consigue escaños para sus seguidores y no tiene que respaldar a Sheinbaum.
Menos claro es el interés de Dante y de los cuadros más jóvenes de MC, sobre todo estos últimos. La pregunta es bastante obvia. Realmente Colosio, Basave (h), Salomón Chertorivski, Jorge Álvarez, Juan Zavala y muchos más ¿desean que su abanderado sea Ebrard? ¿El de Santa Fe, el de Camacho, el de Tláhuac, el de la Línea 12, el de los negocios con las pipas y las vacunas, el de los acuerdos ignominiosos con Trump, el de la Secretaría de Estado para el hijo de AMLO, el virtual vicepresidente de la 4T durante cinco años, el leal (y vergonzoso) segundo de AMLO durante casi todo el sexenio?
No comparto los razonamientos de algunos de mis amigos emecesistas de no ir ni a la esquina con el PRI. Pero comprendo su línea de pensamiento: ver más allá de 2024, construir algo nuevo y distinto. ¿Con Ebrard? Hasta tiene sentido el coqueteo de Samuel García con una candidatura presidencial: se da a conocer, se placea, satisface su considerable ego y hace gala de su considerable talento, básicamente a costa de nada (o por lo menos eso cree). ¿También le complacería que Dante lo hiciera a un lado para acomodar al secretario de Gobierno del Distrito Federal de finales de los años ochenta, cuando García apenas nacía? Y los emecesistas de Jalisco, después de lo que han dicho estos días ¿se prestarían al obvio esquirolaje representado por Ebrard e impulsado por Dante?