De aquí a las elecciones seguirán pendientes dos grandes preguntas que mucha gente se hace, o que debe hacerse: si Xóchitl Gálvez gana la contienda presidencial por un par de puntos, ¿López Obrador va a aceptar su derrota? Y si gana Claudia Sheinbaum, ¿López Obrador se va a ir tranquilamente a su casa y desentenderse de la política en México? Por supuesto, no tendremos respuesta ni a una ni a la otra hasta el año entrante, y existe el riesgo de sobreanalizar o sobreinterpretar cada hecho puntual a lo largo de la campaña, en un sentido o en otro, como un elemento de respuesta a una u otra de las preguntas. Pero asumiendo ese peligro, conviene detenerse un momento en la disputa dentro de Morena por la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Como es sabido, hay en principio tres candidatos que buscan la postulación del partido oficial. Clara Brugada, según todas las versiones de la opinión publicada y de los chismes, es la aspirante de López Obrador, la izquierda del gobierno y de Morena, y hasta cierto punto, de los simpatizantes morenistas de la capital. López-Gatell puede ser también un posible destinatario de las simpatías presidenciales, pero en todo caso no lo es de la candidata presidencial de Morena. Conviene recordar los desencuentros entre ella y él al principio de la pandemia.
García Harfuch es, por un lado, el preferido de Sheinbaum pero, por todo lo que se ha comentado a lo largo de los últimos seis meses, no lo es, para nada, de López Obrador. En su contra se esgrime el argumento de que su padre y su abuelo fueron personajes reprobables de la historia política mexicana del último medio siglo, que es un policía y no un político, y que es más bien apartidista en lugar de morenista. En vista de esta alineación, uno puede suponer que dependiendo de quién quede como candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México por parte de Morena, veremos si López Obrador sigue empeñado en manejar todo, o si empieza a desprenderse de pequeños gajos de su poder, transfiriéndoselos a su candidata.
Por eso resulta especialmente interesante el obús que Alejandro Encinas le disparó a García Harfuch a propósito de Ayotzinapa. Encinas es, más que cualquier otra cosa, cercano a López Obrador. Ha aguantado una gran cantidad de humillaciones y ofensas en su cargo de subsecretario de Gobernación, y sólo se puede entender que lo haga por lealtad o afecto hacia su predecesor como regente de la Ciudad de México entre 2005 y 2006. El fuego amigo, es decir, la afirmación categórica de Encinas en el sentido de que García Harfuch estuvo presente por lo menos en una de las reuniones donde se construyó la “verdad histórica” en octubre del 2014, en Iguala, puede provenir del propio Encinas, o de López Obrador, o de lo que Encinas entiende que quisiera el propio López Obrador.
No es fuego amigo procedente de otra esquina de Morena: de Ebrard. Por lo menos desde el encuentro de Ebrard con el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo, en Houston, en noviembre de 2018, se sabe que Encinas no le tiene afecto alguno al exsecretario de Relaciones Exteriores. Brugada misma probablemente no tenga las canicas para lanzar dardos envenenados como el que Encinas le arrojó a García Harfuch. Seguramente lanzará otros, igualmente envenenados, en los días y semanas que vienen. Así se las rifan en Morena. Pero en este momento es poco probable que figure ella detrás del fuego amigo.
De tal suerte que, si García Harfuch sobrevive a la ofensiva de la izquierda de Morena, de Brugada, probablemente del propio López-Gatell, y de todo el entourage mafioso de López Obrador —Ramírez Cuevas, etcétera— será porque a Claudia Sheinbaum le alcanzó el parque y la artillería para defenderlo. Y si sucumbe ante el fuego amigo, o más bien enemigo, procedente de todos estos sectores, podríamos inferir que López Obrador ha decidido que no ha llegado el momento de empezar a trasladar parte de su poder a su posible sucesora.
Todos saben que García Harfuch sería un candidato fuerte para la Ciudad de México. Saben también que el Frente Amplio por México tiene buenas posibilidades de ganar en la capital. El tema es si la idea de López Obrador, que su fuerza, popularidad y arrastre son tales que puede lograr la elección de cualquiera, a cualquier cargo, perdura y se impone a toda otra lógica. Lo empezaremos a ver en estas escaramuzas en torno a García Harfuch. Esperemos pronto nuevos obuses, que probablemente se refieran a la vida y la trágica muerte del medio hermano de García Harfuch, en Guadalajara hace unos años, Javier García Morales.