El oso naranja

Movimiento Ciudadano se va hasta el 20 enero para anunciar su candidato o candidata a la Presidencia. ¡Qué triste noticia para un partido que presumía haber alcanzado el segundo lugar en las preferencias del electorado! Y qué debacle para una dirigencia a la que el PRI, a nombre de la coalición opositora, había ofrecido, el año pasado, cincuenta diputaciones y diez senadurías si iba en alianza con ellos.

¿Cuál es el problema con esperar hasta el 20 de enero? En primer lugar, la demora refleja la imposibilidad de lograr un consenso sobre una candidatura ahora, probablemente la de Jorge Álvarez Máynez. O bien los emecesitas de Jalisco lo vetaron, o bien los dirigentes temieron que la exposición a reflectores que entraña una campaña presidencial podría resultarle adversa al joven y talentoso político.

Ilustración: Víctor Solís

Pero quien sea que asuma la candidatura de MC deberá enfrentar un reto mayúsculo, además de reparar el enorme daño que le hizo al partido el sainete de Nuevo León. La llamada intercampaña, que equivale a una especie de veda, en principio arranca el 18 de enero, y se aplica a todos los candidatos, con independencia de la fecha en que fueron designados. De tal suerte que antes de empezar, Máynez o Tagle, o el propio Dante, tendrán que abstenerse de difundir spots y hacer campaña, partiendo de un reconocimiento prácticamente nulo en los dos primeros casos, o reducido, del tercero.

En tercer término, para entonces se habrá consolidado el mano a mano entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Cualquiera que sea el nivel de la contienda para entonces, el electorado se habrá hecho a la idea de que hay sólo dos contendientes, dos mujeres, dos sopas. Nunca compartí la tesis de que Samuel García habría roto, o podría haber quebrado, la dinámica del voto útil, pero esa discusión se tornó ya ociosa. Para mediados de marzo, se antoja casi imposible irrumpir en una carrera donde las dos punteras llevan kilómetros de ventaja, de recursos, y de tiempo compitiendo. Puede peligrar el registro de Movimiento Ciudadano.

La pregunta inevitable es a la vez sencilla: ¿cómo un político tan sagaz y ágil como Dante Delgado se colocó solito en una situación sin salida? La única explicación que encuentro es que alguien lo engañó, convenciéndolo de que García podía lograr the whole enchilada en Nuevo León: ser candidato a la Presidencia en los tiempos previstos por la ley, y dejar a un interino a modo que le cuidara las espaldas durante seis meses. A priori, no se trataba de una apuesta absurda. Por lo que se sabe de los dirigentes del PRI y del PAN neoleonenses, no constituyen precisamente ejemplos de probidad y congruencia. En principio, debió haber sido factible “persuadirlos”, de un modo u otro, que le abrieran el camino a García. El precio podía ser muy alto, pero entre contar con una candidatura que Dante veía como espectacular y poner en riesgo el registro, bien valía la pena pagarlo. Obviamente, alguien se confió.

No hallo otro culpable del engaño que no sea López Obrador. García es listo y audaz, pero dudo que Dante pudiera dejarse llevar por su optimismo o soberbia. “Ya está todo planchado”, viniendo del propio interesado, con fama de quizás exagerar un poco y de convertir promesas en realidades (ver Tesla), parece un argumento poco convincente para alguien como Dante. En cambio, una promesa de López Obrador, de que él se encargaba de arreglar las cosas en Monterrey, pudo haberle resultado verosímil y atractivo: lo único mejor que hacer un favor es deberlo.

La alternativa para todo MC, desde Jalisco hasta los jóvenes de la capital, consistía en ingresar a la alianza opositora, desde un principio. Hubieran podido incluso encabezarla. Los obnubiló su obsesión con la épica de Macron, asimilado a Samuel García. Hay niveles.

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