Este fin de semana López Obrador volvió a presentar su lista de Santa Claus (o de los Santos Reyes) a Estados Unidos en materia migratoria. Según informa la prensa, insistió en cuatro puntos: la legalización de los indocumentados en Estados Unidos (10.5 millones, en su contabilidad, probablemente unos 12 a 13 millones después de las llegadas masivas de los últimos dos años); inversiones cuantiosas (20 mil millones de dólares, en su cálculo de abarrotero) en las zonas emisoras de migrantes; y hablar con Cuba y Venezuela y levantar las sanciones norteamericanas contra esos países. Si hacemos caso omiso de la tontería nostálgico-ideológica de Cuba y Venezuela, y agregamos un punto indispensable, a saber, el aumento en el número de visas de trabajo estacionales H2a y H2b para mexicanos, la propuesta amlista es idéntica a la de Fox en 2001. En el caso de las visas, como lo señala Carlos Heredia en un espléndido artículo en El Universal la semana pasada, en 2023 ya se alcanzó la elevada cifra de 365 mil autorizaciones, un número ligeramente inferior al que se solicitó hace 23 años ya, como lo recuerda Jorge Ramos en su artículo de este sábado, y que viene creciendo desde 2007.
Ahora bien, lo que López Obrador no dijo es la razón por la cual volvió a formular estas peticiones. Sin embargo, como suele suceder, lo que los presidentes mexicanos callan, las autoridades norteamericanas divulgan o filtran. Según el diario Milenio, el secretario de Seguridad Interna de EE. UU., Alejandro Mayorkas, declaró en la frontera ayer que México redujo sus esfuerzos de “contención” a mediados de diciembre porque carecía de recursos. De allí el incremento vertiginoso, de acuerdo con Mayorkas, del número de “encuentros” del lado estadunidense de la línea a finales de diciembre —hasta 14 mil diarios— y los más de 300 mil para todo el último mes del año. Por ello, y así lo confirmó también un alto funcionario norteamericano a NBC News, Biden se comunicó por teléfono con López Obrador y viajaron a México Mayorkas y el secretario de Estado Blinken el 27 de diciembre —fecha inusual— para insistir que México volviera a desplegar los mismos esfuerzos de “contención” de antes. Lo cual, según Mayorkas, efectivamente sucedió, produciendo un descenso marcado en las detenciones a final de año y a comienzos del 2024.
Más allá de las variaciones en las cifras, y de la probabilidad de que los flujos hacia Estados Unidos tanto de mexicanos —los llamados “gotaways”— como de otras nacionalidades crezcan de nuevo, persiste una gran interrogante. Si López Obrador asumió una agenda previamente existente y estructurada desde hace tiempo, y la repite ahora, ¿por qué no la planteó como condición previa e indispensable para hacerle el trabajo sucio a Trump y después a Biden? ¿Por qué se doblaron de manera ignominiosa él y Ebrard ante Trump en 2018 y 2019, y ante un Biden menos majadero pero no menos exigente, en varias ocasiones, incluyendo ahora?
La segunda parte de la propuesta de Fox siempre consistió en aplicar la ley mexicana de salidas legales del país, tanto para mexicanos como para extranjeros, a condición de que Estados Unidos aceptara nuestras condiciones. López Obrador se ha encontrado con una correlación de fuerzas mucho más favorable, debido a la intensidad del tema migratorio dentro de la Unión Americana. Debió —y debiera— exigir primero y cumplir después, y no al revés. Intentó el camino de “amor y paz” durante cinco años y no consiguió prácticamente nada, y cedió mucho: convertir a México en el muro de Trump, los incinerados de Ciudad Juárez, la barbarie del Inami, los secuestros de Tamaulipas, etc. ¿Qué no hay que ponerse a las patadas con Sansón? Depende dónde y cuándo, sobre todo si parece que Sansón tiene cada vez más los pies de barro…