Las campanas a volar

Los analistas tanto en México como en Estados Unidos han lanzado una advertencia sobre la conveniencia de no precipitarse a cantar victoria con los resultados de las cuatro votaciones importantes celebradas en Estados Unidos el martes pasado. Tienen razón. Se trata, en efecto, de estados o ciudades que tradicionalmente votan a favor del Partido Demócrata, al grado que en la ciudad de Nueva York, donde no ha ganado un alcalde republicano desde hace tiempo, la competencia se dio entre dos demócratas: uno socialista en la boleta de ese partido, y otro exdemócrata que se presentó como independiente.

Virginia y Nueva Jersey son estados que suelen votar como votaron en esta ocasión el referéndum que hubo en California para aprobar la Propuesta 50, de poder reconfigurar los distritos legislativos federales en ese estado y ganar de cualquier manera, tratándose de un estado por excelencia perteneciente al Partido Demócrata.

Pero algunos datos importantes sugieren que puede darse una interpretación diferente de estos mismos hechos. En primer lugar, los márgenes de triunfo de los demócratas, o de la Propuesta 50 de Mamdani en la ciudad de Nueva York, son muy superiores a lo que se esperaba, y a los resultados que tuvo Kamala Harris como candidata a la presidencia hace apenas un año. Es decir, los candidatos demócratas lograron un desempeño superior al de la candidata del año pasado. En segundo lugar, aunque se afirma siempre en elecciones intermedias, los demócratas suelen lograr mejores resultados que en las presidenciales debido a una participación electoral menor por parte de los republicanos, y mayor por parte de los activistas demócratas. El análisis de varios especialistas en los medios estadunidenses indica que esto no fue del todo el caso.

En efecto, parte del amplio margen de triunfo de los demócratas proviene de una participación elevada suya, y muy baja de parte de sus rivales. Pero otra explicación de su éxito se origina en un número importante, entre 7 y 10 % de electores de Trump el año pasado que cambiaron su voto –no disfrutaron lo votado– o sufragaron a favor de los candidatos demócratas. Esto parece ser el caso de electores latinos, en particular de Nueva Jersey y de jóvenes menores de 29 años. Es por esta y otras tendencias que muchos analistas norteamericanos consideran que el desenlace del martes pasado augura buenos prospectos para los demócratas en las elecciones de medio periodo el año entrante.

Subrayo todo esto por una razón especulativa. Hace algunos meses apunté aquí que había quienes sostenían, y quizás sigan sosteniendo, que no es imposible que Donald Trump abandone la Casa blanca antes de 2028. Y no se referían a alguna enfermedad o cuestión biológica. Se trata de un cálculo muy sencillo que ya expuse, pero que puedo repetir a la luz de los nuevos datos.

Si los demócratas arrasan por lo menos en la Cámara de Representantes el año entrante –aunque no recuperen el Senado– se puede generar una cierta desesperación entre los republicanos. Ellos pueden llegar a concluir que si la impopularidad de Trump sigue en pie –hoy está en niveles de aprobación de 37 %, el menor de cualquier presidente, salvo él mismo en este momento de su mandato– se puede presentar un escenario como el siguiente. Primero, la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes inicia un proceso de destitución o impeachment. Tienen los votos para hacerlo. Al aprobarse el impeachment en la Cámara Baja, se erige el Senado, la Cámara Alta, como tribunal. Se necesitan 66 votos para destituirlo. No lo tienen los demócratas ahora y no los tendrán en un futuro cercano. Pero se puede dar el caso que un número suficiente de senadores republicanos, temerosos de que su partido se hunda y pierda ambas cámaras y la Casa Blanca en el 2028, decidan que es preferible deshacerse de Trump antes de ir a una verdadera debacle dentro de tres años.

¿Wishful thinking? Quizá, y lo más seguro es que todo esto no suceda. Pero las probabilidades de que los acontecimientos sigan este camino son mayores a las que había antes. Trump se encuentra hoy en una situación especialmente compleja: Su popularidad ha caído de manera dramática, su partido fue derrotado en las votaciones que hubo, y el llamado cierre del gobierno no sólo no lo favorece a él, sino que más bien parece darles la razón a los demócratas. Por lo menos según las elecciones, encuestas de salida y las encuestas en general. El motivo principal de la impopularidad de Trump radica en el mal estado de la economía. Si esta se perpetúa, o en todo caso se prolonga, el futuro puede volverse sombrío para él y su partido. Es una posible enseñanza que podemos extraer de las votaciones de hace algunos días.

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