Parece que el espíritu aristotélico ha invadido Palacio Nacional, por lo menos después de la megamanifestación del domingo. López Obrador y sus acólitos han procedido a construir un aparente silogismo que no es nada más que un simple sofisma. Pero, como suele suceder con este tipo de recursos retóricos y lógicos, pueden revertirse contra sus autores o por lo menos ponerlos en evidencia.