Morena gana bien —a secas— en el Estado de México, y pierde muy mal en Coahuila. La gente en el Edomex no parece haberse entusiasmado en exceso por la elección mexiquense. La cifra de participación —49 %— fue mucho menor que en 2017 —54 %— y sobre todo que en la presidencial de 2018: 68 %. A diferencia de casi la totalidad de la comentocracia, los habitantes del Edomex no consideraron que esta elección era la más importante del mundo mundial. A menos de que se hayan creído la fake news de que ese arroz ya se había cocido, gracias a la divulgación de encuestas falsas por el gobierno federal. No sé si con 60 % de participación ganaba Va por México, pero con 49 % se antoja imposible.
Ya con datos más granulares. La diferencia final, de acuerdo con 99 % de las actas contabilizadas en el PREP, fue de 8.6 %, descontando votos nulos y para otros candidatos (no válidos). No es poco, y no disminuye el mérito de la 4T, pero no son ni remotamente los 15 o más puntos señalados por la mayoría de las encuestas previas o de salida. Se vale fantasear: sin la injerencia descarada del gobierno, que convirtió los comicios en una elección de Estado; sin la pasividad del gobernador Del Mazo —ni siquiera se presentó en el cierre de campaña de Alejandra del Moral, y se negó en cualquier momento, incluyendo anoche, a denunciar la presencia de una elección de Estado—; con una actitud más agresiva de Del Moral en los debates entre ambas candidatas; con una mayor capacidad de movilización del voto —función del dinero, a su vez función de Del Mazo y el empresariado—; si MC hubiera presentado un candidato que le arrebatara un par de puntos a Morena en el oriente de la entidad; en otras palabras, si mi abuelita fuera bicicleta, la elección hubiera estado en el aire.
Al PRI y a Alito —no Del Mazo, insisto— no les va tan mal como sugieren las impresiones iniciales. Lo obvio, primero: perdieron la joya de la corona, y perder es perder. En efecto, como sostienen los malquerientes de la alianza PRI-PAN-PRD, no se trata de una marca muy valorada por los votantes del Edomex. Dicho esto, pusieron 28 % del voto en la balanza, lo que les tocaba —menos que los 34 % de 2017, más que los 19 % de Meade en 2018— mientras que el PAN apenas aportó 11 %, igual que en 2017 pero apenas poco más de la mitad de 2018. Ciertamente, en los bastiones azules, como Huixquilucan, Naucalpan, Tlalnepantla y Metepec, entre otros, Del Moral superó con creces su promedio estatal, pero con niveles de participación insuficientes para inclinar la balanza. El PRI cumplió, el PAN a medias. Si eso se debió a la reticencia ancestral del electorado panista de votar por candidaturas priistas, o al hecho de que su candidato —Enrique Vargas— fue relegado, es difícil saber por ahora.
Ideas para los días que siguen. Dando por cierto que la elección de Estado estuvo en manos de la jefa de Gobierno de la CDMX, y que le alcanzó el tiempo entre concierto y concierto para ocuparse del tema, sale ganando. Lo hizo bien. Sobre todo, quedó demostrado que con operación de Estado, incluyendo la falsificación de encuestas y el apoyo irrestricto de un presidente popular —como Salinas en 1994—, la peor candidata del mundo puede ganar. Lo que es más, ganó.
El PAN, Alito, Dante Delgado y los grupos de la sociedad civil organizada deberán decidir qué hacer a la luz de los resultados. Si me preguntaran —cosa que no harán—, sugeriría mantener la alianza, convencer a MC que se una a cambio de una voz real en la selección de candidatos, escoger lo más pronto posible una candidatura del PAN —es inevitable— pero lo menos panista posible, y denunciar y litigar todas y cada una de las violaciones a la legislación electoral cometidas por el gobierno y Morena. Hay que robarle una pizca de “echaleganismo” al Peje.