Para no ser sólo reactivos con Trump

Hace mucho que México carece de una agenda propia con Estados Unidos. Existió en el gobierno de Salinas, a través de la búsqueda del TLCAN, que fue una idea original de Bush padre, pero que el mexicano captó al vuelo. Pero la hubo también, durante parte del sexenio de Fox, a través de la búsqueda de un acuerdo migratorio con Estados Unidos que legalizara a los seis millones de mexicanos sin papeles en aquel país, y ampliara los flujos futuros de migrantes mexicanos y en su caso centroamericanos. Bajo Calderón, Peña y López Obrador, la postura mexicana frente a Estados Unidos fue esencialmente reactiva, aunque Calderón buscó apoyo de Bush hijo para su guerra contra el narco, y Peña Nieto trató de vender sus reformas estructurales del Pacto por México a distintos sectores del vecino del norte.

López Obrador desde luego jamás tuvo agenda, aunque sus planteamientos abstractos en materia migratoria, a los que nunca les prestó mucha atención, encerraban cierto sentido: legalizar a los mexicanos en Estados Unidos, ampliar de manera significativa el número de visas H2A y H2B para mexicanos y centroamericanos, y canalizar recursos norteamericanos —nunca se entendió si públicos o privados, y además jamás se materializaron— para las regiones altamente generadoras de migración.

Ciertamente no es sencillo diseñar una agenda propia con Washington, y además esto toma tiempo, reflexión, estudio, nada de lo cual es muy típico de la 4T. Pero en el golpeteo día a día con Trump, y muy próximamente con todo su equipo, un instrumento indispensable para el lado mexicano va a ser el contar con un programa que no sea puramente reactivo o, si es reactivo, sea algo que nosotros proponemos en lugar de una respuesta a lo que ellos exigen.

Ilustración: Alma Rosa Pacheco

El tema más obvio en esta materia es el migratorio. Desde principios de 2019 el gobierno de López Obrador cedió a las presiones —ciertamente aplastantes— de Trump y aceptó el estatus de Tercer País Seguro de facto, a través del sistema llamado Permanece en México. Recibimos desde antes, y sobre todo a partir de esa fecha, a una gran cantidad de deportados de Estados Unidos que no eran mexicanos. Esto siguió durante el gobierno de Biden, aunque formalmente el nombre del esquema dejó de ser Remain in Mexico. No se aceptaban las deportaciones de todos los países involucrados, y se obtuvo hasta cierto punto un intercambio de visas provisionales para cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos. Lo que nunca se hizo fue, como mucha gente ya lo ha dicho desde hace años, exigir la aportación de una cantidad importante de recursos para atender realmente —y no sólo extorsionar, incinerar, violar, estafar— a los migrantes que permanecían en México. El modelo era obviamente el de Turquía con la Unión Europea en 2015.

Como se recordará, en aquel momento, ante el flujo masivo de refugiados procedentes de Siria y de Afganistán, la Unión Europea entregó más de 6000 millones de euros al gobierno de Erdogan para financiar el alojamiento, la alimentación, la educación y la salud de los casi tres millones de refugiados que arribaron a Turquía en ese momento. Por razones de machismo absurdo y de nacionalismo ramplón, López Obrador nunca quiso solicitar recursos a Estados Unidos a cambio de recibir a toda la gente que nos enviaba.

Hoy se abre la oportunidad para abandonar esa postura aberrante, y hacer lo que muchos países del Mediterráneo, además de Turquía, han ido negociando con distintos gobiernos de la Unión Europea.

En vista de que no va a ser posible resistir la amenaza de los aranceles planteados por Trump, y que efectivamente vamos a tener que aceptar un número mucho mayor de deportados de Estados Unidos; mexicanos, pero también venezolanos, nicaragüenses, salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y ecuatorianos; probablemente los cubanos no, tendría mucho sentido presentar la contrapropuesta mexicana. No será fácil, pero en todo caso un gobierno de extrema derecha, con mayoría republicana en ambas Cámaras, se encontrará más susceptible en Estados Unidos de aceptar un intercambio de este tipo.

La alternativa es seguir haciendo el trabajo sucio de Estados Unidos en México a cambio de nada, sobre todo en dimensiones mucho mayores que antes. Los migrantes seguirán llegando a México, aunque posiblemente se haya estabilizado el flujo en nuestra frontera norte. Sheinbaum se verá obligada a desplegar un mayor número de efectivos de todas las Fuerzas Armadas para cazarlos, y también tendrá que recibir a un mayor número de deportados no mexicanos desde Estados Unidos. Ni siquiera menciono la necesidad de dedicar recursos a recibir a los deportados mexicanos. Por lo menos en ese caso habrá familias, comunidades, amistades, entornos que ayudarán en esa materia.

No es fácil lograr nada de esto, y se nos avecina un periodo sumamente adverso. Pero conviene disponer de propuestas no solamente reactivas ante las exigencias de Trump. Esta es una de ellas, hay muchas más.

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