Jorge Castañeda
El Estado de México no es un buen indicador de la elección presidencial. De serlo, Francisco Labastida hubiera ganado en 2000, y Roberto Madrazo en 2006. Montiel y Peña Nieto fueron electos en 1999 y 2005 gracias a la maquinaria priista, pero no pudieron entregar un margen suficiente de ventaja a los abanderados del PRI para la presidencia al año siguiente. Hoy parece que un triunfo del PRI de nuevo no garantiza una victoria en 2018, pero una derrota en la tierra de EPN si entierra a cualquier candidato priista el año entrante. El Edomex no predice, pero sí constituye un laboratorio electoral y político, y así lo están viendo el gobierno, el PRI y sus aliados.
El único desenlace asegurado de antemano parecía ser una alianza PAN-PRD, con un candidato (o candidata) aceptable para ambas cúpulas y para los respectivos electorados. Una vez que Alejandro Encinas decidió no confrontar a Andrés Manuel López Obrador –en el Edomex, por lo menos– y que Josefina Vázquez Mota optó por entender los mensajes cifrados, procedentes de la Secretaría de Hacienda, y negarse en los hechos a participar en una alianza, ésta última se quedó en el camino. La amenaza restante para Peña Nieto se redujo al voto útil, consciente o tácito.
En efecto, el peligro para el PRI reside en la virtual e hipotética alianza de facto entre los votantes del PAN –furiosos, como todos los mexicanos, con Peña Nieto y Cía– y los de Morena –motivados por esa misma furia más la devoción por las quimeras de AMLO. Si los panistas se inclinaran paulatinamente por la candidata de Morena, porque creyeran que ella puede ganar y su aspirante no, pierde el PRI. Si el PAN hubiera presentado una candidatura débil, local, generadora de pugnas locales, la hipótesis del voto útil se podría confirmar.
De allí la lógica para el PRI de la postulación unipartidista de Vázquez Mota. Extraña que cuando podía haber ido en alianza, alguien filtró los datos que dieron lugar al escándalo de los 900 millones de pesos de Juntos Podemos en Estados Unidos. Hoy que es candidata sólo por el PAN, no hay más filtraciones. Una posible explicación radica en la “tirada” del PRI: una división del voto en tres partes iguales, gracias a la cual la mermada pero persistente capacidad de manipulación del voto por el gobierno en el Estado del Presidente permita ganar de “panzazo”. Si se desplomara el PAN, la lógica no funcionaría; si Morena tirara la toalla, y López Obrador no hiciera campaña, tampoco. Con Vázquez Mota hay la seguridad de una candidatura fuerte, pero posiblemente empatada con el PRI y Morena; con AMLO dedicado al Edomex, hay la seguridad de una candidatura de izquierda antigua también susceptible de llevarse un tercio del voto.
La jugada es hábil. Puede prosperar. Peña Nieto le entiende a su estado. Al país en su conjunto, quien sabe. El PRI en el Edomex puede todavía ser competitivo; a nivel nacional, no lo es. Hace muchos meses que ya no hay tres tercios en México; Los Pinos no es Toluca.