Jorge G. Castañeda
Escribí aquí la semana pasada que no me cuadraban las cifras oníricas del gobierno para el 2018. Si aceptábamos que la popularidad del Presidente era igual –detalles más, detalles menos– a la probable votación que recibiría el candidato del PRI a la Presidencia el año entrante, y que nada significativo ocurriría de aquí a las elecciones para modificar esa popularidad o esa ecuación, no había manera de que ganara el PRI en 2018. La encuesta de Reforma, publicada el 23 de julio, confirma lo anterior.
En la carrera de caballos entre partidos, el PRI se ubica en 17%, sin repartir los indecisos o los que no responden (21%). Si se incluyen estos, y se reparten de manera equitativa, el partidazo roza los 20% de los que hablábamos. Esta cifra corresponde exactamente a la popularidad o aprobación que Reforma le asigna a Enrique Peña Nieto unos días antes. Su 20% refleja una mejora en relación a enero, pero el 12% de entonces encerraba un sesgo negativo, debido a que la pesquisa fue levantada en el peor momento del gasolinazo.
Dos datos adicionales confirman esta tesis. A la pregunta: ¿Usted piensa que el PRI debe seguir gobernando el país, o que debe cambiar el partido en el gobierno? Ochenta por ciento de los mexicanos respondió que debe cambiar. Hubo una gran similitud entre la medición de la respuesta en el Edomex a la misma pregunta y los votos que finalmente recibió el PRI en esa elección. El techo del PRI hoy está en 20% del electorado, en el mejor de los casos.
Ahora bien, si nos vamos a los llamados careos entre candidatos posibles, la cosa empeora, aunque no tanto. Si el candidato del PRI es Miguel Ángel Osorio Chong, el puntero en las encuestas, aunque desde luego que no en lo único que importa, a saber, el corazón de EPN, el PRI alcanza 15% del voto y 21% de no respuesta, y sin independiente en la boleta. En ningún careo alternativo, o con ningún candidato diferente, le va mejor al PRI que con Osorio.
Una sencilla prueba empírica corrobora todo esto. Piense usted, amable lector, en algún conocido que deteste a EPN (no creo que le falten). Pregúntele, después de escuchar sus diatribas contra el gobierno de Peña, si votaría por José Narro o Aurelio Nuño, los dos posibles candidatos del PRI menos contaminados. Luego avíseme cuántas mentadas de madre se llevó.
Una última reflexión sobre el Frente Amplio, de acuerdo con la encuesta. Aunque en los careos no le va bien, hay dos motivos para cierto optimismo. El 42% de los entrevistados se dicen dispuestos a votar por el FA del PAN y del PRD, trece puntos más que la suma de PAN y PRD separados, aunque Margarita Zavala, la mejor posicionada como candidata, sólo obtiene 27% como abanderada del FA. Y a la pregunta de quién tiene mayores posibilidades de derrotar al PRI (voto útil), el FA supera a Morena por 43% a 39%. No está mal.
Hay tres discusiones importantes sobre el 2018. Una es si gana o no López Obrador. Yo creo que sí, pero se trata de un debate un poco ocioso hoy. La segunda es si puede ganar o no el PRI. No es ociosa. No puede ganar. Y la tercera es si un frente PAN-PRD-MC puede ganarle a López Obrador con una propuesta que no sea partidista ni negativa. No sé, espero que sí.