Aguas con el gato por liebrePor Jorge G. CastañedaReforma(08-Oct-2009)Aún recurriendo a uno de los peores vestigios del corporativismo sindical mexicano, como es la toma de nota, la decisión de la Secretaría del Trabajo puede arrojar resultados positivos en el combate a uno de los peores vicios de ese corporativismo sindical: la reelección perpetua a la Fidel Velázquez. De ahí que genere esperanza dicha decisión, y que despierte muchas discusiones entre quienes hemos pensado que la gran ausencia del sexenio es algún intento por desmantelar el viejo sistema heredado de la era del PRI. Pero antes de echar las campanas al vuelo, conviene subrayar tres confusiones que pueden conducir a que algunos sientan que les dieron gato por liebre.En primer lugar, la medida de negarle la toma de nota a Martín Esparza en su tercera elección como dirigente del SME es una medida sindical, posiblemente a favor de una mayor democracia sindical, si es que efectivamente se produjo el fraude que se aduce, e incluso lograr ésta por una vía autoritaria como es la injerencia directa del Estado en los asuntos de los sindicatos, pero no equivale a una postura antimonopólica. La toma de nota, cuyo anverso de la medalla es la cláusula de exclusión -el Estado decide quién dirige el sindicato y el sindicato decide quién trabaja en la empresa-, en sí misma no reviste ninguna implicación en cuanto al carácter de la empresa. Puede ser intrínsecamente positiva para el país, para el Valle de México, pero en sí misma carece por completo de sentido antimonopólico.En segundo lugar, la medida puede constituir un primer paso para debilitar a los sectores más retrógrados y nocivos de la vieja izquierda mexicana: pepina, nacional-revolucionaria, autoritaria, demagoga y, ahora, pejista. Si se piensa que, al final del día, México necesita de una izquierda moderna, debilitar a los segmentos más poderosos de la izquierda más arcaica es también intrínsecamente positivo. Pero, de nuevo, no es en sí misma ninguna decisión antimonopólica o que apunte al desmantelamiento del viejo sistema de concentración de los poderes fácticos de México.En tercer lugar, quizá esto sea lo más importante, la negación de la toma de nota no equivale a la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Peor aún, incluso dicha liquidación, por positiva, ahorrativa o modernizadora que fuera, no encierra ningún contenido anticorporativo o contrario a los poderes fácticos. Sólo conduciría a que la CFE se hiciera cargo de la generación y transmisión de electricidad en el Valle de México; aunque dentro del corporativismo mexicano y los monopolios públicos y privados CFE es más moderna y competitiva que Luz y Fuerza; y el SUTERM seguramente más corrupto que el SME, pero al mismo tiempo más modernizante. Pero de nuevo no confundamos las cosas: la negativa de la toma de nota sólo conduciría a la liquidación de Luz y Fuerza si el sindicato y sus aliados -AMLO, el PT, el PRD y la UNT- caen en la trampa que les ha tendido el gobierno: responder a la provocación mediante la huelga, la toma de instalaciones, la toma de tribunas, el bloqueo del Periférico; y en general a llevar una disputa legal e interna a la calle, a la palestra pública y al terreno del discurso "privatización-defensa de la soberanía". Podrían Esparza y el SME caer en ella y darle así entonces al gobierno la oportunidad, ante la opinión pública y ante el PRI, de proceder a la liquidación -carísima, no menos de 5 mil millones de dólares, y dolorosa- por los pleitos callejeros que acarrearía, claro, si la decisión es efectivamente un primer paso hacia la introducción de mayores elementos de competencia en la generación de electricidad en México. Pero si no caen, el gobierno se puede quedar chiflando en la loma: esperando a que el sindicato lo provoque. Y se seguirá careciendo de un discurso antimonopólico, anticorporativista, antipoderes fácticos que justifique una decisión deseable, aunque difícil al extremo, como sería la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.