Jorge Castañeda
Puede ser un poco simplista, pero en escritos anteriores o conferencias he insistido en una tesis en materia de inversión y crecimiento. Si queremos crecer al doble del promedio de los últimos 20 años (2.3%), nuestra tasa de inversión promedio de estos años (21% del PIB) debe subir por lo menos 5 puntos porcentuales. También habría que elevar la productividad de dicha inversión, ya que, a los niveles actuales, el incremento tal vez no sea suficiente.
Basta ver el comportamiento de la inversión pública (la más baja como proporción del PIB en décadas), y de la inversión privada mexicana, para entender que el aumento de 5% –casi 60 mil millones de dólares adicionales al año–, difícilmente provendrá de estas dos fuentes. Los grandes conglomerados mexicanos como América Móvil, Bimbo, Cemex, Alfa, Femsa, Coppel o Televisa, han desarrollado planes de negocios que entrañan fuertes inversiones fuera de nuestras fronteras.
Enhorabuena la globalización de las grandes empresas mexicanas, ya que a la larga implica empleos y progreso para México. Pero no pensemos que pronto se reorientarán hacia el país, ni para un mercado interno estancado ni para exportar a nuestro único mercado de exportación: Estados Unidos.
De allí que por lo menos tres de los cinco puntos del PIB deberán provenir de la inversión extranjera directa (IED), que se ha estancado en poco más de 2% del PIB desde hace varios años. Casi habría que triplicarla (que sólo nos llevaría al rango de varios países latinoamericanos), para crecer al 4-5% anual. Y aquí entra Trump en la ecuación.
El TLCAN le dio un empujón inicial a la IED en 1994, que posteriormente se detuvo durante los siguientes 20 años. Si Trump reabre el TLC, y México y Canadá aceptan una renegociación, que podría tardar un par de años (ya no se puede incorporar al TPP, ya que este murió con la elección de Trump), no sólo no aumentará la IED en los montos necesarios, sino que probablemente disminuirá hasta que los “tiradores” sepan exactamente cómo quedó todo. Abrir el TLCAN es abrir la puerta a esa incertidumbre y condenarnos a seguir creciendo al mismo 2% de EPN.
Aquí hay una disyuntiva. Podría México, como parece haberlo decidido el gobierno de EPN, aceptar la idea de la renegociación y esperar que todo salga bien en relativamente poco tiempo. Esto parece poco probable, aunque sólo fuera porque el equipo de Trump, en esta materia, difícilmente habrá definido sus líneas rojas y sus propuestas, por ahora. El encargado de estos temas, el exempresario relativamente proteccionista Dan DiMicco, tiene por lo menos la ventaja de saber que él será seguramente la cabeza del equipo negociador con México y Canadá. Pero es altamente probable que se trate de un proceso muy prolongado, durante el cual se detendrán las inversiones de EU en México, y las de Europa y Japón, con miras a la exportación desde México.
Otra posibilidad consiste en negarnos a reabrir la negociación, y obligar a EU a limitarse a abrir un diálogo sobre qué más podemos hacer en materia comercial, y demás, entre los tres países, pero en un nuevo instrumento jurídico, que no modifique el existente o, de plano, que EU invoque la cláusula de salida del TLC con seis meses de anticipación. Esto último sería muy dañino para México, aunque de alguna manera sería decirle a Trump que a ver si como ronca duerme.
Para todos aquellos que piensan que no pasa nada con Trump, les sugiero que reflexionen sobre este tema. A menos de que crean que, también en materia del TLCAN, Trump se va a rajar porque le caemos bien.