Jorge Castañeda
Las distintas y contradictorias versiones sobre el contenido y el tono de la llamada telefónica entre los presidentes Peña Nieto y Trump, demuestra los peligros que existen siempre en comunicaciones de este tipo entre jefes de Estado. Tengo algo de experiencia en la materia al haber instigado y presenciado la conversación telefónica entre el presidente Fox y Fidel Castro hace 15 años. Es muy difícil salir bien de estos lances, cuando se trata de interlocutores demagogos, populistas y traicioneros como Trump y Castro. Es algo que deben tomar en cuenta nuestros actuales gobernantes.
Sin tener datos contundentes al respecto, me parece evidente que la filtración vino de la Casa Blanca, y en particular, de un bando del mismo que quiso golpear a otro sector del equipo presidencial de Trump. Se ha dicho, con algo de bases, que el instigador de todo esto fue Steve Bannon, el consejero estratégico de Trump, para pegarle a su rival desde la campaña, el jefe de la oficina presidencial, Reince Priebus, y al yerno de Trump, Jared Kushner. No es posible saber si así haya sido exactamente, pero el viejo dicho norteamericano de que el barco de Estado filtra desde arriba parece cierto (The ship of State leaks from the top).
La gravedad del asunto no reside en la filtración en sí, que al final de cuentas es, insisto, un pleito entre rivales dentro de la Casa Blanca, y ni siquiera si en efecto el tono que utilizó Trump con EPN fue de “cotorreo” o fue en serio. Parece verosímil que se haya tratado de algo coloquial y casi de “cuates” más que de amenazas en serio. En este sentido, la versión de los Pinos, de SRE, es más creíble que las primeras filtraciones a la prensa mexicana o de EU.
El problema reside en qué contestó Peña Nieto. No debe, bajo ningún motivo, hacer público el contenido de la conversación. No sé si ahora se graben dichas conversaciones. Cuando estuve yo en la Cancillería no se hacía. Resulta un poco ocioso hacerlo, aunque siempre había un tomador de notas que dejaba registro, porque por definición no se puede hacer público, y se corre el riesgo de que las “barredoras” de los norteamericanos lo cachen a uno grabando. Pero en este caso sí hubo una ofensa importante para un sector en México que puede sentirse agraviado y que quizás necesitaría no sólo saber qué contestó el presidente Peña Nieto a Trump cuando bromeó que el Ejército mexicano no hacía su trabajo, sino que quisiera que fuera pública su respuesta. No sé si la Secretaría de la Defensa haya visto con buenos ojos que el presidente de EU bromeara con el Presidente mexicano sobre “la incompetencia o falta de valor de las Fuerzas Armadas mexicanas en el combate al narcotráfico” sin conocer la respuesta de EPN. Si Trump lo dijo en tono leve y de “chiste”, no sé si al Ejército le parezca que Peña haya contestado con el mismo tono, o si “balbució”, o si respondió con la solemnidad que lo suele caracterizar.
Por todo esto, las llamadas telefónicas entre jefes de Estado, cuando se pueden evitar, son evitadas. Quizás debimos evitar la llamada de 2002 entre Fox y Castro. Pero hay dos diferencias importantes: Castro llevaba 42 años en el poder, Trump 10 días; Castro era el dictador de un país de sexta, Trump es el presidente de EU.