La cárcel del Águila Azteca

Jorge G. Castañeda

La entrega del Águila Azteca a Jared Kushner por Enrique Peña Nieto, en uno de sus últimos actos de gestión presidencial, generará mucha controversia. El yerno de Donald Trump, su principal consejero y el encargado de las relaciones de Estados Unidos con México desde 2016, podrá ser visto por muchos observadores como difícilmente merecedor de la máxima condecoración que otorga el gobierno mexicano a un extranjero. Para fortuna de Kushner y de su mancuerna, Luis Videgaray, todo el ámbito de Morena, AMLO, chairos e izquierda bolivariana en México se abstendrá de opinar. Mientras siga la luna de miel entre López Obrador y Peña, no hay que tocarlo ni con el pétalo de una rosa. Ni a sus amigos tampoco, aunque nos caigan medio gordos.

Otros sí protestarán, no necesariamente con razón. Se entregan al año más de doscientas Águilas Aztecas, la mayoría en ocasión de visitas de Estado a México de dignatarios extranjeros. En esos casos, entre presidentes, cancilleres, otros ministros, embajadores y otros funcionarios, pueden llegar a otorgarse más de una docena de condecoraciones, que podríamos llamar “de cajón”. No se entregan por méritos personales, sino debido a un protocolo –casi siempre recíproco– previamente establecido.

Los otros casos –una minoría– consisten en el agradecimiento del Estado mexicano a determinados extranjeros por haber rendido un servicio a México. Servicio de cualquier naturaleza: diplomática, política, cultural, comercial, financiera, deportiva, en fin… Aunque desde hace algunos años existe un comité (Una Orden del Águila Azteca) que le propone candidatos al presidente; prácticamente todos los propuestos –por la SRE, por jefes de misión, o por otros miembros del gabinete– son aceptados por Los Pinos (en realidad por la Cancillería). Hay de todo en la lista, y sin duda algunos mexicanos cuestionarían los méritos de algunos poseedores del Águila Azteca.

El problema con Jared Kushner no es que no haya rendido servicios. El primer problema es ¿a quién? ¿A México, o al gobierno de Peña Nieto y sus integrantes? No me queda claro. Pero sobre todo, el riesgo de premiar con una condecoración de esta índole a alguien como Kushner reside en las posibilidades de que el destinatario acabe en la cárcel.

Es por todos sabido que Kushner, junto con Donald Trump (hijo) y en menor medida Ivanka Trump y su otro hermano, Eric, están en la mira del Fiscal Mueller. La investigación de Mueller sobre la posible colusión de la campaña de Trump con el gobierno ruso contra Hillary Clinton se acerca a su etapa final. Nadie sabe hasta ahora qué resultará de casi veinte meses de investigación por 90 investigadores y decenas de millones de dólares de gasto. Los rumores de los últimos días en Washington apuntan en dirección de una inculpación formal de Donald Trump hijo, pero puede haber más.

También parece que la nueva mayoría demócrata en la Cámara de Representantes abrirá ahora su propia investigación de las finanzas de la familia Trump. Esta incluirá la exigencia al presidente de entregar sus declaraciones fiscales personales y de sus empresas, y de sus socios, entre otros, quizás, de su yerno. De nuevo, nadie sabe qué hay en esos documentos, pero tanta resistencia de parte de Trump a presentarlos hasta ahora no augura nada bueno.

¿Qué hará la 4-T si Kushner va a prisión? ¿Le retirará la condecoración? ¿Vale la pena correr el riesgo, para no perturbar las últimas horas de Peña Nieto en el gobierno? Todo el mundo desea quedar bien con sus amigos y aliados, pero no siempre conviene hacerlo utilizando al Estado. Luego salen mal las cosas. Abundan los ejemplos en la historia moderna de México.

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