Marzo 22, 2022- La última palabra sobre el aeropuerto Felipe Ángeles la tendrán el futuro y la realidad. La victoria propagandística de la 4T —aparentemente innegable— no podrá alterar las respuestas a las tres preguntas cruciales relativas a la primera obra del sexenio. Son sencillas: ¿cuánto costó? ¿Cuántos pasajeros podrá atender en un porvenir cercano? ¿Cuál fue la calidad de la obra, es decir, las implicaciones para su duración, su mantenimiento, su lustre atractivo actual (la obra de arte de Slim)?
El costo encierra varios rubros. El primero, obviamente, consiste en el gasto directo, explícito, del aeropuerto y de todas las obras de conectividad (tren suburbano, vialidad carretera, accesos finales) aún no concluidas y, por lo tanto y por definición, no contabilizadas. El segundo rubro entraña el gasto de mano de obra en todo en lo que participó el ejército. Se ha dicho, sin pruebas, que llegaron a trabajar hasta 40 000 personas en los momentos álgidos de la construcción. ¿Eran militares? Su salario implícito, es decir, lo que costó sustituirlos en las otras labores a las que se dedicaban antes de construir el AIFA, ¿se incluyó en el costo calculado hasta ahora? El tercer rubro, desde luego, comprende la totalidad de penalidades y pagos erogados por el cierre o abandono de Texcoco, incluyendo el TUA de Benito Juárez destinado a dichos gastos e inutilizable para otros propósitos. La suma de todas estas erogaciones, traducidas a dólares, nos permitirán algunas comparaciones pertinentes, dentro de algunos años, suponiendo que el próximo gobierno tenga el valor de “des-reservar” los gastos del ejército, o que se produzcan más filtraciones. Entre las comparaciones: AIFA versus Texcoco, y AIFA versus otros aeropuertos recientes (Turquía, por ejemplo).
Segunda pregunta: el aforo real de Felipe Ángeles —de pasajeros, de vuelos y de carga—, en comparación con lo programado y anunciado, se empezará a conocer a fin de año y sobre todo al concluir 2023 y 2024. Ya existen contradicciones: unos voceros del ejército hablan de 2.5 millones de pasajeros en 2022, y 5 millones el año entrante. Pero el aforo estimado para la venta o el alquiler de los locales comerciales es de 1.5 millones este año, y aun eso parece difícil. El gobierno podrá obligar a las líneas norteamericanas a volar desde Santa Lucía, como lo hizo con las mexicanas (no hay por qué suponer que sus ejecutivos tengan mayor espina dorsal ), pero lo hará de la misma manera. Se tratará de pocos vuelos, en aviones pequeños, con un aforo raquítico.
De tal suerte que la contribución del AIFA a la “des-saturación” de Benito Juárez será mínima, por lo menos en este sexenio. El siguiente podrá —o no— seguir extorsionando a las líneas aéreas, y este gobierno podrá seguir imponiendo su decreto de saturación de Benito Juárez. Pero para 2030, por ejemplo, se podrá cotejar el número de pasajeros del AIFA con el del AICM, y ver ya con el tiempo de qué sirvió la insistencia de López Obrador. Y sabremos también cuánto fue necesario invertirle a Benito Juárez para mantenerlo con vida. Los aeropuertos sí mueren: Toluca llegó a transportar 4 millones de pasajeros en 2008, y hoy ya casi no recibe a ninguno.
Por último, la calidad. No sólo que no se hunda como la Terminal 2 del AICM, o que la supuesta nueva tecnología de filtros de seguridad y de maletas funcione, sino cuánto va a durar todo eso en su estado actual. Incluso vale para los famosos baños. De nuevo, la Terminal 2, que apenas cumple 15 años, es un contraejemplo. Era moderna y limpia al inaugurarse; descongestionó mucho el AICM; fue un excelente Plan B después de la manipulación por López Obrador de los macheteros de Atenco contra el nuevo aeropuerto en 2002. Pero hoy, por falta de mantenimiento y de inversión, debido a posibles fallas de construcción, a los parches interminables y al crecimiento del número de vuelos y de pasajeros, se está cayendo a pedazos.
Nadie ha construido un nuevo aeropuerto de gran calado en tres años y por menos de 10 000 millones de dólares. Una de dos: o México tampoco, y ya lo veremos; o somos únicos en el mundo, porque como México no hay dos.