Ya Jacques Rogozinski, en El Financiero de hoy, aclaró la distorsión realizada por el gobierno, en particular por la Secretaría de Relaciones Exteriores, a propósito de las supuestas 65 000 visas H-2B que México le “arrebató” a Estados Unidos a cambio, en teoría, de recibir a un número aún no del todo determinado de venezolanos. El articulista muestra cómo, en realidad, el aumento de 65 000 visas por parte de la administración Biden fue producto de la gestión de dos senadores, uno demócrata y otro republicano, antes del anuncio, y también explica cómo desde hace varios años el número de visas H-2B, que no tiene techo impuesto por parte del Congreso, ha sido incrementado por distintas administraciones norteamericanas. Por ejemplo, en 2008 y en 2021 se otorgaron casi 100 000. En otras palabras, México no obtuvo nada que no hubiera sido decidido por el gobierno de Washington, ni que no hubiera sucedido anteriormente.
Pero lo más grave del asunto no es el engaño, a los que ya nos tiene acostumbrados la 4T, sino en la ignominiosa aceptación por México de la deportación masiva de venezolanos en Estados Unidos, con el compromiso de la consiguiente obligación mexicana de deportarlos a su vez a Venezuela. Biden aceptó recibir a 24 000 venezolanos legalmente a condición de que cumplieran con una serie de requisitos prácticamente imposibles de satisfacer: viajar en avión, tener un pasaporte vigente, no haber intentado ingresar de manera ilegal al país, etcétera. Todos los demás venezolanos que entren a Estados Unidos serían deportados a México. En el ejercicio pasado, más de 170 000 venezolanos que ingresaron a Estados Unidos sostuvieron “encuentros” con la patrulla fronteriza, y todos se entregaron y fueron admitidos en Estados Unidos.
Es de suponerse que, si sigue el ritmo actual, decenas de miles de venezolanos serán devueltos a México. Ya los medios han informado la manera en que albergues en Tijuana, Ciudad Juárez y Matamoros han visto su capacidad de recepción superada por el número de venezolanos que están llegando. Es cierto que una vez que Washington anunció esta política, y que México la convalidó y complementó, ha disminuido el número de venezolanos que se entregan a CBP en Estados Unidos. Pero es probable que después de una disminución el número vuelva a elevarse.
La ignominia consiste, en primer lugar, es hacerle de nuevo el trabajo sucio a Estados Unidos. El gobierno de López Obrador lo empezó a hacer desde enero de 2019 cuando aceptó la postura del programa de Trump “Remain in Mexico”, según el cual Estados Unidos deportaba a nuestro país a los salvadoreños, hondureños y guatemaltecos que intentaban ingresar sin papeles al país. Eso fue completamente innecesario y vergonzoso, y afectó a más de 70 000 personas. Ahora, México no sólo acepta a los venezolanos que tendrían derecho a una audiencia en Estados Unidos si no fuera por el aberrante mantenimiento del llamado Título 42, según el cual Estados Unidos puede expulsar a cualquier persona por razones de covid, cuando la pandemia ha terminado en ese país, y que probablemente obtendrían el asilo.
Es prácticamente imposible determinar, en el caso de un venezolano, si huye de la persecución política o de la catastrófica situación económica que impera en ese país. Casi 7 millones de venezolanos, más de la cuarta parte de la población, han huido de su país desde hace varios años, permaneciendo en países tan lejanos como Chile o España, o tan cercanos como Colombia. Pero no sólo México acepta que Estados Unidos deporte a gente sin otorgarles el beneficio de una audiencia, sino que luego México seguramente también va a empezar —o ya empezó— a deportarlos a Venezuela. Mandar a una persona de vuelta a Venezuela después de que haya venido caminando por Colombia, el estrecho del Darién, toda Centroamérica y la República mexicana hasta Estados Unidos, es una barbaridad. Ningún gobierno civilizado lo haría. México sí lo hace.
Es probable que ahora sigan los cubanos. Como se sabe, en el último ejercicio (septiembre 2021-octubre 2022) más de 200 000 cubanos ingresaron a Estados Unidos, casi todos vía México. Estados Unidos no ha logrado convencer a los cubanos que los reciban de vuelta y ha presionado fuertemente a México para que nosotros los acojamos. De nuevo se plantean las mismas preguntas: ¿por qué no permanecen en Estados Unidos? ¿Por qué devolverlos a México? ¿Por qué México debe aceptar a cientos de miles de cubanos que huyen del desastre económico, político, social y cultural de su país, cuando en realidad lo que quieren es ir a Estados Unidos? La respuesta es muy sencilla: porque Biden obligó a López Obrador a aceptar esto, y a cambio López Obrador puede hacer lo que le da su regalada gana en México. Qué vergüenza.