Los partidarios de la 4T, empezando por el líder máximo, lamentan que la comentocracia y los medios mexicanos no le den suficiente cobertura al juicio de García Luna en Nueva York. También, hasta cierto punto, reclaman una mayor y mejor cobertura por parte de los medios norteamericanos. Y acusan también a determinados intelectuales de haber sido cómplices, simpatizantes, o apologistas de la guerra del narco de Felipe Calderón. Para atender el primer reclamo, comparto un breve comentario hoy sobre el juicio de García Luna; sobre el segundo, le recordaría a quienes les pudiera interesar esto —cosa que dudo— que desde 2008 critiqué pública y vigorosamente la guerra de Calderón, y en 2009, con Rubén Aguilar, escribimos quizás el primer librito que se publicara denunciando, criticando y desenmascarando las mentiras de Calderón para librar su guerra.
Hay multitudes de periodistas mexicanos y extranjeros cubriendo el juicio de García Luna en Brooklyn. Y un número importante de integrantes de la comentocracia aquí en México se han referido al juicio también. A mí nada me daría más gusto, uno, que condenaran a García Luna: me da igual si por narco, por corrupto o, sobre todo, por su complicidad en la ejecución de una guerra que ha dejado cientos de miles de muertos. Pero, dos, también me agradaría enormemente que en el juicio saliera información, ya sea por parte de la fiscalía, ya sea por parte de la defensa de García Luna, sobre la complicidad de otros altos funcionarios de ese gobierno, o de los que lo siguieron, en la prolongación hasta el día de hoy de la guerra del narco. Y supongo que a la nube de reporteros o de comentaristas que se encuentran en Nueva York les interesaría también no sólo esa información, sino la que estén filtrando las dos partes en el juicio: el gobierno federal de Estados Unidos, y García Luna a través de sus abogados.
Por eso me extraña que no haya visto yo ninguna referencia a una frase que publicó The New York Times el miércoles de esta semana a propósito del juicio. En un artículo firmado por la corresponsal en México, Natalie Kritoeff, y por Alan Feuer, que ha cubierto todos los juicios del narco en Nueva York y que escribió un largo libro sobre El Chapo, se describe el tema de García Luna, la selección del jurado, los cargos contra el exsecretario de Seguridad, los antecedentes de la guerra del narco en México, y luego el tema Cienfuegos. Ahí aparece un párrafo que contiene una oración que resulta especialmente interesante para quienes buscan novedades en todo esto. Quisiera reproducir el párrafo en inglés, seguido por la traducción que el propio The New York Times hace del artículo.
A propósito de la detención de Cienfuegos en Los Ángeles a finales de 2020, los dos periodistas dicen:
“But after pressure from Mexico, U.S. prosecutors dropped the charges, citing diplomatic concerns, and returned Mr. Cienfuegos to his homeland, where he was ultimately allowed to resume a normal life. The debacle effectively ended the desire and ability of American law enforcement to investigate corruption allegations in Mexico, including some against targets even more significant than Mr. Cienfuegos”.
En la traducción al español:
“Sin embargo, tras la presión ejercida por México, los fiscales estadounidenses retiraron los cargos, alegando motivos diplomáticos, y devolvieron a Cienfuegos a su país, donde finalmente se le permitió reanudar una vida normal. La debacle puso fin al deseo y la capacidad de las fuerzas de seguridad estadounidenses de investigar las acusaciones de corrupción en México, incluidas algunas contra objetivos aún más importantes que Cienfuegos”.
Ahora bien, en México, objetivos más importantes que el secretario de la Defensa no hay muchos. Lo que es más, si hacemos a un lado el criterio burocrático protocolario mexicano que en teoría coloca al secretario de Gobernación y al de Relaciones Exteriores en una jerarquía superior al de la Defensa, en realidad el único objetivo superior de mayor significado que el secretario de la Defensa en México es el presidente de la República. Podrían ser tres a los cuales se refieren los corresponsales del rotativo neoyorquino: Felipe Calderón —difícilmente, no cuadran las fechas—; Enrique Peña Nieto, el más obvio; y Andrés Manuel López Obrador, por ser el que rescató a Cienfuegos.
Me extraña, como decía, no haber visto ninguna referencia a esta frase críptica, pero trascendente, si es que descansa en algún tipo de pruebas, filtraciones, documentos, testimonios o entrevistas. Es posible que la hayan inventado Natalie Kritoeff y Alan Feuer, pero también es posible que la afirmación provenga de una filtración de algunos de los fiscales o funcionarios, mayores o menores, involucrados en el caso contra García Luna.
Pero me extraña más aún que, después de que esto haya sido publicado, aparentemente nadie en México, o en Nueva York entre los mexicanos, haya buscado a la corresponsal del Times en México, cuyas oficinas se encuentran en un lugar muy accesible de la Ciudad de México, y cuyo Whatsapp o correo electrónico está disponible prácticamente para quien quiera buscarla. ¿Buscarla para qué? Pues para preguntarle a qué se refiere, a quién se refiere y, en su caso, con qué fundamentos reproduce una acusación de enorme gravedad: en un artículo del principal periódico del mundo se afirma que las autoridades norteamericanas tenían en la mira a un presidente mexicano, pero decidieron no proceder al respecto. Ahí se las dejo.