Más especulación y chismes sobre García Luna

Van algunas reflexiones adicionales sobre el proceso del año en Brooklyn. Primero, para tener una idea más clara de lo sucedido en el juicio de García Luna, necesitaríamos contar con las entrevistas que suelen conceder algunos miembros de un jurado en litigios de esta naturaleza. En esta ocasión, sin embargo, es probable que no haya entrevistas, puesto que la identidad de los integrantes del jurado fue resguardada por motivos de seguridad. Sin dichas entrevistas o filtraciones será difícil saber qué argumentos convencieron a los doce miembros, y cuáles no, y sobre todo, cuáles perjudicaron al acusado.

Ilustración: Fabricio Vanden Broeck
Ilustración: Fabricio Vanden Broeck

Segundo: tienen razón todos los que dicen que resulta inverosímil que ni Calderón, ni los demás miembros del equivalente de su gabinete de seguridad (Sedena, Semar, PGR, Cisen y Segob), ni la Embajada de Estados Unidos en México (con tres embajadores durante el sexenio de Calderón), ni sus jefes (en todas las agencias) en Washington, no supieron nunca nada de los vínculos de García Luna con el narco. Es difícil, si no es que imposible, de creer. Lo cual no quita que existan tres explicaciones plausibles de esa falta de conocimiento.

La primera: que García Luna no fuera narco. No se puede descartar. Yo feliz que lo hayan condenado, porque creo que es culpable de muchas otras cosas, y porque confirma lo que pensé y escribí desde el principio del sexenio sangriento de Calderón: se trató de una guerra fallida, optativa y criminal. Pero el veredicto de Brooklyn no necesariamente corresponde a la verdad verdadera; sólo a la verdad jurídica.

Siguiente explicación: sí fue narco, pero nadie se enteró. De las personas que pudieron haber sabido, hay tres a quienes conozco bien (dos norteamericanos, un mexicano) que me juran que no sabían de cualquier conexión de García Luna con el narco (lo de la corrupción es otra cosa). Les creo. Y la ineptitud del gobierno de Calderón era tal, y la ceguera y la obcecación del propio presidente eran tales, que es posible que no se hayan enterado de nada. Al igual que la inocencia de García Luna, no se puede descartar.

La tercera explicación, para mí la más probable, pero no segura, es el cinismo norteamericano tradicional, aunado al de un gobierno mexicano sanguinario: sí es narco, pero es nuestro narco (dixit FDR a propósito del primer Somoza). Con estos bueyes tenemos que arar, dicen los estadunidenses, igual todos son corruptos, por lo menos este es eficiente y hace lo que le digamos. En cuanto a Calderón, igual: tendrá vínculos con el Chapo, pero en todo lo demás es funcional y obediente. No importa. Esta es la explicación que más me gusta, pero no me cuadra del todo. Implica una complicidad de demasiada gente, en tres administraciones de aquí y allá.

Tercera reflexión: según entiendo, el abogado de García Luna fue pagado por el contribuyente norteamericano (como si fuera de oficio porque el acusado no disponía de los recursos para sufragar el gasto), pero fue seleccionado dentro de una lista de abogados privados. No sé si el gobierno de Estados Unidos quiera seguirle pagando si decide apelar, o si García Luna encuentre otra fuente de financiamiento. Conviene recordar que cuando Cienfuegos fue detenido, sus colegas del gabinete de Peña Nieto hicieron una colecta para ayudarle. Dudo que los colegas de García Luna hagan lo mismo.

Ahora bien, con o sin apelación, en teoría García Luna tiene la opción de negociar. Obvio: con menos canicas que antes del veredicto. Para volverse testigo protegido, y que el gobierno de Estados Unidos reduzca su pena, y lo cuide dentro y fuera de la cárcel, se vería obligado a entregarle información valiosa y pertinente. Tal vez testimonios sobre sus pares, sobre todo militares, y sobre Calderón, resultarían atractivos para Washington, pero han pasado muchos años, y aquel sexenio fue el más anuente a la cooperación mexicana con Estados Unidos en la historia moderna del país. Valdría más información sobre funcionarios actuales o del sexenio anterior, pero aunque García Luna la tenga (no es evidente), no parece que Biden quiera meterse con el equipo de Peña Nieto, o con el de López Obrador.

La solicitud de información formulada por el senador Chuck Grassley a la DEA de proporcionar toda la información de la que dispone sobre García Luna —grabaciones, intervenciones telefónicas, correos electrónicos, videos, fotos, etc.— y la respuesta a dos posibles preguntas, de la época de Watergate: “What did the United States know —sobre García Luna— and when did it know it?” va a crear problemas. La DEA va a hacer todo lo posible para no responder, pero se trata de un senador con gran antigüedad, necio como él solo, y con poca simpatía por México. Y en una de esas, se les ocurren otras preguntas a otros legisladores del Capitolio…

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