Las quejas y críticas de múltiples protagonistas y comentócratas al método aprobado por los partidos de oposición y los grupos de la sociedad civil se centran en un tema: demasiada influencia de los partidos, escasa presencia de los ciudadanos. No estoy seguro que tengan razón Lilly Téllez, Germán Martínez, Sergio Aguayo, editorialistas de Milenio y El Financiero, y muchos más, pero no dudo de su buena fe. Sin embargo, siento que hay un malentendido en sus reclamos, y sobre todo en los de mucha gente de a pie sinceramente hastiada por uno u otro de los partidos de oposición.
Fue justamente para permitir la participación de ciudadanos en los procesos electorales sin pasar por el filtro de los partidos que muchos luchamos durante años por las candidaturas independientes. No fue culpa nuestra, ni de los ciudadanos, que la legislación de 2013-2014 haya sido terriblemente restrictiva, ni que algunas experiencias (el Bronco) hayan resultado desastrosas. Tampoco es culpa del concepto que en 2018 el desenlace fuera lamentable: uno cayó al bote por utilizar recursos públicos para juntar un número imposible de firmas, otro declinó al comprobar que no había manera de juntarlas sin trampas, y de la otra mejor ni hablamos.
Lilly Téllez y Germán Martínez, más los que se acumulen en estos días por no sentirse cómodos con el método resuelto, pueden presentarse como candidatos independientes (Germán, valiente y rápidamente apoyó a Xóchitl). El millón de firmas es más difícil de obtener que 150 000, obviamente, pero hay más tiempo, y más recursos. El camino que tratamos de abrir nunca fue para sustituir a los partidos, sino para darle al electorado la opción de una alternativa, si le repugnan los partidos existentes. Asimismo, muchos han abogado a favor de un procedimiento mucho más sencillo y accesible para formar un partido, y a la vez dotarlo de un umbral más elevado para lograr representación legislativa y financiamiento público devuelto después de una elección. ¡Aviéntense!
Quienes acepten el método adoptado y se inscriban en el proceso —hasta ahora, si entiendo bien, Beatriz Paredes, Xóchitl Gálvez, Enrique de la Madrid, Santiago Creel, José Ángel Gurría, Claudia Ruiz Massieu, entre otros— enfrentan sus propios retos. Más allá de los detalles que por ahora pertenecen a una negociación de éxito, pero inconclusa, los candidatos que se queden en el camino —por definición serán todos, salvo tres— deberán pensar con mucho cuidado a favor de quien se pronuncian. La amistad, la lealtad de partido, el género, la convergencia ideológica, constituirán indudablemente criterios importantes. Pero la competitividad, es decir, la capacidad de ganar, podría ser un factor determinante. Insisto en lo que afirmé aquí hace unos días: por ahora, y subrayo, como Hugo Chávez en 1992, por ahora, me parece que los tres finalistas serán De la Madrid, Creel y Xóchitl. Si el padrón lo componen los millón y medio de mexicanos que habrán firmado por la totalidad de los aspirantes, y las firmas de cada uno de los tres permanecen en el bando de sus preferidos, habrá alrededor de un millón de votantes no comprometidos en la primaria. A menos de que se pueda uno inscribir para votar sin haber firmado; no lo sé. Si Creel y Xóchitl se disputan y se dividen los votos de inclinación panista, De la Madrid tiene buenas posibilidades de ganar la votación y la encuesta (entre población abierta). Creo saber que Enrique así ve las cosas.
Por último, una nota sobre Morena. Salvo la encuesta outlier de GEA, todas las demás (El Financiero, De las Heras, Buendía) dan una amplia ventaja a Sheinbaum sobre Ebrard. Pero, sobre todo, a casi dos semanas de iniciado el proceso de Morena, la aguja no parece moverse. Dirán unos que entre un robot de Corea del Norte y un imitador de López Obrador con relojes que me dan una enorme envidia (mi padre tuvo siempre un Patek Philippe, que “nunca es del todo suyo… suyo es el placer de custodiarlo hasta la siguiente generación”), no está fácil que se mueva. Aunque el Lord Relojes haría bien en preocuparse por Fernández Noroña, que le está pisando los talones.