A raíz de la decisión de la Suprema Corte, ahora refrendada, de dar entrada a la solicitud de revisión de la reforma constitucional del Poder Judicial, comenté hace unos días que se presentaba un dilema abstracto interesante. Además de las posibles objeciones que pudiera haber en materia de procedimiento, es decir, que en la aprobación de la reforma constitucional se hayan violado o no determinados pasos que marca la Constitución para ser modificada, existía el dilema de si una reforma constitucional puede ser inconstitucional.
Así como lo dijo el ministro Laynez, ¿qué pasaría, por ejemplo, si el Congreso, siguiendo todos los procedimientos, aprobara una modificación constitucional que condenara a pena vitalicia a cualquier mujer que interrumpiera su embarazo? Agregué a ese caso hipotético el de un Congreso de extrema derecha dentro de quince años que prohibiera la contratación de antiguos militantes de Morena, o de judíos, o de pueblos originarios. Más allá de lo que finalmente decida la Corte, y sigo creyendo que al final del camino va a optar por no generar una crisis constitucional al fallar que no puede ella tumbar una reforma constitucional aprobada debidamente por el Congreso, creo que legisladores de Morena encontraron la cuadratura del círculo.
Desde luego que hay motivos para determinar el carácter inconstitucional de una reforma constitucional. Puede ser su incompatibilidad con otros artículos de mayor antigüedad o jerarquía en la misma Constitución. Puede ser su incompatibilidad con ciertos tratados internacionales firmados y ratificados por México, y que tienen el mismo nivel jerárquico que la propia Constitución. O puede ser la incompatibilidad con lo que algunos llaman el “espíritu” de la Constitución, es decir, una serie de ideas que anteceden a todos los cambios que se puedan haber realizado ahora o en todo caso que constituyen la parte medular de la propia Constitución.
Pero existe un antídoto, que ingeniosamente descubrieron los de Morena, y que si lo utilizan van a crear un precedente para seguir por ese mismo camino. No recuerdo exactamente quién fue el legislador morenista que lo planteó, pero en todo caso sé cuál es la sustancia. Se trataría de que el Congreso aprobara una reforma constitucional prohibiendo que la Suprema Corta revise la constitucionalidad de otras reformas constitucionales: una especie de segunda o incluso tercera derivada. Y, en efecto, el Congreso puede perfectamente aprobar una modificación constitucional de esta naturaleza. Lo que es más, puede aprobar absolutamente cualquier cosa que se le ocurra, como ya lo ha hecho en múltiples ocasiones a lo largo de nuestra historia. Morena no es la primera organización que hace y deshace la Constitución como se le da su regalada gana. Pero esta idea me parece especialmente inteligente y pertinente.
Quedaría entonces ya sin tema la pregunta de si la Suprema Corte puede o no opinar sobre la constitucionalidad de una modificación constitucional, en vista de que ya se hubiera aprobado una reforma constitucional que le prohíbe hacer eso. Claro: la Corte podría sostener que esa misma reforma constitucional que le prohíbe revisar la constitucionalidad de otras reformas es a su vez inconstitucional, y así nos iríamos hasta el infinito.
Huelga decir que esto le daría kilometraje a decenas de constitucionalistas que saben mucho más que yo sobre esto, desde luego, y podría incluso crear precedentes a escala mundial. Porque es evidente que este tipo de dilema existe en otros países. La gran diferencia con México es que, en principio, las modificaciones constitucionales son extraordinariamente difíciles y por lo tanto requieren de hecho del equivalente de un consenso pleno de las fuerzas políticas presentes en un Congreso. Algo por el estilo sucedió, por ejemplo, con la última reforma constitucional en Francia, que incorporó a la Carta Magna de la V República el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo.
Pero de todos modos habrá con que divertirse durante un buen rato. El único problema es que se trata de asuntos muy serios, que pueden generar una situación donde la mayoría ilegalmente lograda por Morena en ambas cámaras, y en particular en la Cámara de Diputados -porque, en principio, extorsionar a senadores, o corromperlos, o torcerlos de una manera o de otra, no es en la realidad de nuestro México un delito- podrían aprobarse cualquier cantidad de modificaciones constitucionales, las que no tienen la menor relevancia -como muchas que se van a aprobar en estos días- o las que sí pueden resultar trascendentes. En todo caso, felicito al legislador de Morena al que se le ocurrió esta astucia: es muy ingeniosa.