Aunque faltan varios días para que sepamos exactamente cuál será el desenlace de las amenazas de Trump en materia de aranceles a las importaciones mexicanas, ya el anuncio del miércoles en la noche nos proporciona algo de información. Nos permite entender por lo menos en dónde estamos ahora, sin que podamos desde luego vaticinar lo que suceda el 2 de abril. Pero ya hay tela de donde cortar. Una primera reflexión que se impone, y que harían bien los acólitos del régimen, y en particular algunos corresponsales extranjeros que por razones que sólo ellos conocen han decidido aplaudir el desempeño de la presidenta en esta materia, es que México y Canadá están recibiendo exactamente el mismo trato. Aunque Trudeau haya sido un vil arrastrado, inepto e ignorante, y Sheinbaum una mezcla de Winston Churchill, Lenin y De Gaulle, el hecho es que los dos países socios de Estados Unidos en el T-MEC han recibido exactamente el mismo trato en materia de aranceles todo este tiempo.
Podemos discutir cuál de los dos gobiernos —el mexicano o el canadiense— hizo más para complacer a Trump. Sheinbaum ha dicho que ella ha hecho todo, Trudeau y Carney desde luego que han efectuado menos concesiones, pero el resultado ha sido exactamente el mismo. Lo cual probablemente nos debe conducir a pensar que lo que importan son los factores que Trump toma en cuenta y no lo que haga México, Canadá o cualquier otro país. Y sólo Trump sabe cuáles son los factores que él toma en cuenta. En todo caso, la cabeza fría de la una o la animosidad hacia el otro no parecen ser factores que entran en la ecuación.
En segundo lugar, sabemos que México ya padece un cúmulo importante de aranceles. El primero, quizás no el más importante, es el que se les ha aplicado a las exportaciones de acero y de aluminio. En el caso de este segundo metal el impacto es menor ya que casi no exportamos aluminio a Estados Unidos, pero sí vendemos automóviles que lo contienen, y todo parece indicar que ese aluminio sí paga aranceles. Somos un exportador importante de acero a Estados Unidos aunque también importemos el metal desde allá. Eso a Trump le da enteramente igual, lo importante es que los exportadores mexicanos de acero a Estados Unidos ahora se encuentran en desventaja frente a los productores estadunidenses. El siguiente arancel que ya nos fue impuesto es el del 25 % a todas las exportaciones mexicanas que se llevan a cabo fuera del T-MEC. Se trata de aproximadamente la mitad de los bienes que México exporta a Estados Unidos.
Es cierto que en algunos casos resultará relativamente fácil que las empresas exportadoras pasen del régimen de nación más favorecida al régimen del T-MEC simplemente al certificar que cumplen con las reglas de origen y de más requisitos del T-MEC. En otros casos, por ejemplo, la industria automotriz japonesa, alemana y coreana, va a ser más difícil y más lento. Estos aranceles ya están vigentes, y no hay ninguna razón para suponer que dejen de regir hasta que Trump decida lo contrario, de acuerdo con criterios que sólo él conoce, o que en todo caso sólo él decidirá, ya que es muy posible que en este momento ni él tenga una conciencia clara de hasta dónde quiere llegar.
En tercer lugar, desde el miércoles en la noche se impusieron aranceles de 25 % a todas las importaciones de automóviles que realiza Estados Unidos —más o menos la mitad de los 16 millones de carros que se venden dentro de ese país cada año, incluyendo los que vienen de México y de Canadá. En estos dos casos —de nuevo, de manera absolutamente simétrica para ambos países— estará exento el contenido de dichos vehículos fabricado en Estados Unidos. Como se sabe, la integración de la industria automotriz de América del Norte desde hace ya más de cuarenta años, implica que cada automóvil vendido en Estados Unidos incluye partes de ese país, de México y de Canadá. Será gravado con 25 % todo contenido que no sea de Estados Unidos.
No va a ser sencillo determinar estos porcentajes, y por eso la orden ejecutiva de Trump del miércoles advierte que el secretario de Comercio deberá determinar cómo se calculan estos porcentajes. Sin embargo, ya es la tercera serie de aranceles que nos impone Trump, y en este caso, al principal producto mexicano de exportación a Estados Unidos. Exportamos más o menos el 80 % de los casi 5 millones de automóviles que se producen en México cada año, y casi la totalidad de esas exportaciones se dirigen a Estados Unidos. El total del valor de las exportaciones de unidades terminadas y de autopartes sumó casi 200 000 millones de dólares en 2024.
El 2 de abril nos van a tocar los llamados aranceles recíprocos. De acuerdo con lo que ha dejado entender Trump, Washington impondrá aranceles a todos los países del mundo según lo que ellos calculan que es el arancel que dichos países le imponen a Estados Unidos. Pero en el cálculo correspondiente, Trump ha amenazado con incluir una serie de factores que no son estrictamente arancelarios. Estos pueden variar desde barreras no arancelarias clásicas —fitosanitarias, energéticas, climáticas, etcétera— hasta cierto tipo de impuestos que Estados Unidos no aplica pero ciertos países sí utilizan.
El caso más conocido, y al cual se han referido ya tanto Trump como el secretario del Tesoro, es el IVA. Para la mayoría de los economistas el IVA no es un arancel ni una barrera no arancelaria, es un impuesto interno que pagan todos, nacionales y extranjeros, en cada país, y que además cada quien va pasándole al siguiente para evitar la doble tributación. Pero Trump considera que no es así y es perfectamente capaz de establecer que visto que en Estados Unidos no existe el IVA sino sólo los impuestos estatales a las ventas, cuyo promedio ha de andar por ahí de entre 5 % y 6 %, y el IVA mexicano —salvo en la frontera— es del 16 %, en lo recíproco para México equivaldría a 11 %. Veremos el próximo miércoles si esto es así, y veremos también si no inventa algún otro tipo de arancel para el mundo y para nosotros. Este sería el cuarto arancel que el extraordinario talento negociador de la presidenta Sheinbaum nos ha infligido.
Ojalá todos aquellos que han aplaudido este talento reconozcan por lo menos estos dos hechos: México no ha recibido ningún trato favorable en relación a otros países; México sí ha visto cómo se le imponen ya tres tipos de aranceles muy nocivos, y cómo es probable que se nos imponga uno más el próximo miércoles. No creo que alguien más hubiera podido lograr algo que este gobierno mexicano no alcanzó. Creo que las decisiones al respecto no tienen nada que ver con los demás países sino únicamente con las intuiciones de Trump. No tiene nada de malo que así sea. Pero tampoco tiene mucho sentido festejar logros inexistentes.