Dejo para más adelante el análisis de la importancia y el contenido de la visita del secretario de Estado Marco Rubio a México. Por lo pronto, se puede concluir que la parte mexicana logró algo de lo que quería. Buscaban, me parece, un papel que pudieran esgrimir como un acuerdo entre México y Estados Unidos en materia de seguridad con los clásicos saludos a la bandera y lugares comunes. Obviamente un comunicado conjunto o una declaración conjunta no es un acuerdo, y al leer el texto se percata uno de la enorme semejanza que reviste este documento con decenas de documentos análogos expedidos por ambos gobiernos a lo largo de los últimos cuarenta y cinco años.
Recuerdo en particular –a propósito del grupo de alto nivel que dará seguimiento a estos temas– cómo en 1981 mi padre creo la Comisión Mixta México-Estados Unidos con el secretario de Estado Alexander Haig. Cada gobierno crea su grupo de alto nivel, cada gobierno busca darle seguimiento a los temas, y cada gobierno insiste en incluir en todas las declaraciones de esta naturaleza las referencias a la soberanía, integridad territorial, y por lo menos desde Calderón, al tráfico de armas.
Creo que lo más importante para la presidencia en esta visita no fue, sin embargo, el comunicado conjunto, sino las declaraciones de Rubio en su conferencia de prensa. Ahí declaró que nunca hubo una cooperación tan estrecha como con este gobierno, y que ningún país del mundo cooperaba tanto con Estados Unidos como México. Eso tiene más peso para el régimen que cualquier otra cosa, sobre todo ante los artículos y columnas, dentro y fuera de México, según los cuales Estados Unidos no estaba satisfecho con los niveles de cooperación mexicanas en esta y en otras materias.
Necesitaremos esperar las filtraciones que vengan para formarnos una idea de lo que también se dijo o no se dijo durante las conversaciones entre Rubio y el equipo mexicano. Ya Estados Unidos emitió un comunicado en la tarde de ayer sobre el tema de comercio, que desde luego no se menciona en el comunicado conjunto, pero que según el Departamento de Estado fue planteado por Rubio, refiriéndose de nuevo a los 57 puntos de barreras arancelarias y no arancelarias, y sobre todo a los incumplimientos mexicanos del T-MEC. También sabremos, tal vez en los días que vienen, si surgió el tema de la destrucción por Estados Unidos de una lancha cargada con cocaína en el Caribe, cerca de Venezuela; si Rubio planteó el tema de la ayuda mexicana a la dictadura cubana; y si también se refirió al espinoso asunto de los indocumentados mexicanos que siguen llegando a Estados Unidos.
Prefiero centrarme por ahora en unos datos interesantes que arroja la última encuesta de Alejandro Moreno para El Financiero. El estudio versa sobre las relaciones entre México y Estados Unidos y la conducción correspondiente por parte del gobierno de Claudia Sheinbaum. Aunque ha mejorado ligeramente el número de personas que consideran que las relaciones son buenas o muy buenas (37 %), 51 % las consideró malas o muy malas. Pero hay dos temas preocupantes. Aunque mejoró la calificación de Sheinbaum en su relación con Donald Trump, 56 % de los entrevistados la calificaron como mala o muy mala, y sólo 28 % como buena o muy buena. Siendo que la comentocracia mexicana y buena parte de los medios internacionales (por motivos que valdría la pena que alguien investigara sin ser acusado de incorrección política) aplauden a Sheinbaum en esta materia, la sociedad mexicana la reprueba por una proporción de dos a uno. En algunos aspectos puntuales la aprobación es elevada: por ejemplo, en la entrega de criminales mexicanos a Estados Unidos.
El motivo de mayor preocupación, sin embargo, yace en la última pregunta de la encuesta: “¿Está usted de acuerdo o en desacuerdo con emplear a fuerzas militares de Estados Unidos para combatir a grupos criminales en México?” 65 % estuvieron en desacuerdo (una caída de diez puntos en relación a julio) pero 34 % están de acuerdo. Esta cifra subió diez puntos desde el mes de julio. En otras palabras, uno de cada tres mexicanos aprueba, acepta o ve con buenos ojos que fuerzas militares norteamericanas combatan al narco dentro de México. Es un porcentaje muy elevado: un tercio del país. Dudo que en alguna otra nación del mundo pudiera encontrarse una proporción semejante. Desde luego que es minoritaria, pero se trata de una minoría muy elevada. Con seguridad este resultado se reproduce en encuestas internas del gobierno, y quizás explique la razón por la cual Sheinbaum repite de manera incansable que no habrá invasión, intervención, subordinación o cualquiera de estos términos que tanto le gustan.
Es difícil saber si hay presión norteamericana real para introducir efectivos militares a México, pero no es difícil entender que el gobierno resienta la presión que proviene de la propia sociedad mexicana en este mismo sentido. Y conviene recordar que se trata de un promedio nacional. En algunos estados –Sinaloa, Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Tamaulipas– el número de mexicanos deseosos de ver a los marines combatiendo a los narcos ha de ser bastante más elevado.
Toda encuesta telefónica, incluso con una muestra de mil personas, contiene un sesgo inevitable, con una relativa exclusión de los sectores más desfavorecidos del país. Pero incluso si se tratara sólo de la clase media, los números son alarmantes. Otra pregunta corrobora lo que ya vimos: “¿El gobierno de México debe colaborar más con Estados Unidos contra el crimen organizado o debe defender la soberanía nacional y no permitir que Estados Unidos se meta?” Volvemos al tercio que sí está de acuerdo en una colaboración importante con Estados Unidos, y con un aumento de casi veinte puntos en el último mes. Vaya reto para la sociedad mexicana, para el gobierno y también, en el fondo, para Estados Unidos.