Ya casi todo se ha dicho sobre la marcha del ardor. Me quedo con la gran cantidad de gente que fue por convicción, y con o sin “apoyos” (gran eufemismo mexicano, seguramente un concepto fundacional del humanismo mexicano); con el Zócalo que no pudieron llenar los ya consuetudinariamente ineptos operadores de la 4T; y con la enorme ilegalidad del uso de recursos públicos para financiar la publicidad, el transporte y la alimentación de una parte considerable de los participantes.