¿Cómo votar el 10 de abril?

Marzo 31, 2022-

Ya estamos a diez días de la revocación de mandato. Es hora de definirse, según mis criterios de divulgación, a saber, que quienes nos manifestamos en público sobre decenas de temas, también debemos hacerlo sobre el voto. Va mi postura sobre la revocación.

Ilustración: Víctor Solís
Ilustración: Víctor Solís

Para empezar, no me encanta la figura. Tanto soy firme partidario del referéndum para resolver asuntos de gran importancia para una sociedad cualquiera (tratados internacionales, una nueva constitución, reformas institucionales de gran calado, quizás reformas fiscales también de envergadura), como no me gusta la revocación. No ha dado buenos resultados donde se ha llevado a cabo; pocos países democráticos serios la practican; la reelección representa un mecanismo equivalente en cuanto a que genera los mismos efectos. Si una sociedad prefiere deshacerse de un mandatario, la reelección le permite hacerlo; y si prefiere que siga gobernando, el mecanismo también lo contempla (ver los casos de Trump, Bush padre, Carter, Giscard d’Estaing, Sarkozy y Hollande, entre muchos otros), sobre todo en sistemas presidenciales, pero igualmente en los parlamentarios.

Pero ya es la norma en México y, a pesar de las versiones fidedignas que hay sobre la manera en que Morena y el gobierno consiguieron las firmas necesarias, habrá una votación el 10 de abril. Desde que comenzó a vislumbrarse la probabilidad de que tuviera lugar, hace más de un año, pensé que era preferible que los partidos de oposición y los grupos opositores de la sociedad civil llamaran a votar a que López Obrador se fuera. El argumento de que fue electo por seis años me parecía carente de peso: dada la reforma constitucional de revocación de mandato, es tan legal que permanezca en el cargo para el que fue electo como su partida, si así lo decide la ciudadanía. Es cierto que en un país normal, una reforma como la de revocación de mandato sólo regiría para el siguiente sexenio, pero la oposición fue incapaz de imponer esa restricción evidente.

Pensé, en parte de acuerdo con Gustavo de Hoyos, que se podía lograr un buen resultado si toda la oposición se movilizaba para “sacar a AMLO de Palacio”. Tal vez no ganar, pero superar el 40 % a favor del “Sí, que se vaya”, con una participación a su vez baja, que permitiría mostrar que los partidarios de López Obrador no fueron capaces de movilizar a sus adeptos.

La oposición, no necesariamente de manera consciente, con la excepción de Dante Delgado que siempre apoyó la abstención o “hacerle el vacío”, declinó esa opción. Por un camino u otro, se fue imponiendo la tesis de no ir a votar, basada en dos premisas seguramente correctas. Primera, la participación será muy baja y, si no rebasa los 15 %, por dar una cifra, significará una derrota de López Obrador. Segunda premisa: cualquiera que sea la participación, López Obrador obtendrá, sin una gran movilización opositora, un porcentaje muy elevado de votos a favor de su permanencia en el poder, cercano al 75 %. En los hechos, la abstención terminó por ser la postura más extendida en el seno del universo anti-4T.

En vista de ello, prefiero alinearme con esa posición, a pesar de no haber sido mi preferencia al principio. Por lo tanto, no votaré el Domingo de Ramos, y le apuesto a que la participación sea lo más baja posible.

Con una ilusión o esperanza. Existen razones para sospechar que, de los 11 millones de firmas recopiladas por Morena y el gobierno, entre 2.5 y 3 millones fueron falsas, es decir, fueron obtenidas a partir del registro de personas en los programas sociales, y no para la revocación. Sería un gran día si AMLO obtiene menos votos que el número de firmas que supuestamente juntaron sus partidarios.

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