Si somos los primeros ¿será que los demás no entienden?

El viajecito finsemanero del secretario de Gobernación ha dado mucho de qué hablar. Su participación en eventos políticos; su promoción del voto a favor de la ratificación de mandato; su uso de aviones de la Guardia Nacional para desplazamientos políticos; sus declaraciones sobre el INE y los consejeros que se van (con o sin la cola entre las patas); en fin, se voló la barda. Si fue un periplo de predestape, lo único que destapó fue su propia inadecuación total para ocupar la Presidencia.

Ilustración: Víctor Solís
Ilustración: Víctor Solís

Pero yo me quedo con algo que me parece menos tabasqueño y más mexicano, más del priismo congénito de la 4T que de la izquierda; algo de la tremenda insularidad de este gobierno, y en ocasiones de buena parte del país también.

Cito la versión de Reforma: “México va a ser el primer país del mundo donde ustedes elijan a quienes deben organizar y conducir las elecciones y juzgarlas”. Aunque no me he puesto a estudiar el asunto, creo que A.A. López tiene razón: nadie más ha incurrido en semejante barbaridad.

Lo revelador, sin embargo, no es la sustancia del asunto. Como ya lo ha explicado Leo Zuckermann, entre muchos otros, se trata de una simple maniobra para garantizarle a Morena una mayoría contundente en las nuevas instituciones electorales que sustituirían al INE y al Tribunal Electoral. Asimismo, se ha mostrado que la elección por sufragio universal de órganos de gobierno, de justicia, de seguridad (los “cherifes americanos” de la cárcel de Cananea), o hasta los bomberos, es una mala idea. La gente vota sin información, con prejuicios, y de manera arbitraria para dichos cargos, a diferencia —aunque no siempre— que por sus gobernantes o representantes legislativos.

Lo insólito reside en la falta de curiosidad de parte del secretario de Gobernación. No se hace la pregunta evidente: ¿por qué ningún otro país en el mundo ha decidido elegir a sus autoridades electorales? Algunos —Francia, por ejemplo— recurren a formas muy indirectas y de representación: las elecciones son organizadas por el Ministerio del Interior, nombrado por el presidente, electo por el sufragio universal. Pero nadie lo hace como se propone hacerlo la 4T. ¿A que se deberá?

Se ha exagerado mucho la importancia y la pertinencia de la tesis de las mejores prácticas en el mundo. Todo establishment insiste en que se deben hacer las cosas como las hacen los demás. En ocasiones —pocas, ciertamente—, no es el caso. Lo que muchos ponen en práctica proviene de la inercia, de la falta de imaginación, de usos y costumbres anacrónicos o vetustos. Romper con antecedentes y tradiciones reviste muchas ventajas, y la novedad, en sí misma, puede aportar mucho, bajo ciertas circunstancias.

Pero jactarse de una innovación tan radical, por única, sin siquiera buscar indagar la razón de la excepcionalidad, es aberrante. Países con una tradición democrática infinitamente más larga y rica que la nuestra no han cedido a la tentación demagógica de organizar y juzgar elecciones a través de autoridades electas. No se entiende qué méritos o virtudes poseemos los mexicanos para ser diferentes. Si uno no acepta que a los demás simplemente no se les ocurrió, veo muy difícil encontrar una respuesta a estas preguntas.

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