El PAN en el Edomex: no hay margen de error

Está comprobado científicamente que no se necesita ser una lumbrera para gobernar el Estado de México. Por ende, no debe extrañarnos que López Obrador haya escogido a Delfina Gómez para representarlo en las elecciones del año entrante. Ha demostrado, tanto en su alcaldía de Texcoco, como en su primera candidatura en el Edomex y su paso indescriptible por la SEP, que fácilmente se halla a la altura de próceres como Arturo Montiel, Eruviel Ávila y Emilio Chuayffet. La oposición debería festejar su selección: se la ponen en bandeja. Y que no me vengan con el cuento (dixit AMLO) de que criticarla es racista o clasista. Conozco a un sinnúmero de maestras de educación básica o superior de origen popular que no son ni analfabetas ni ágrafas.

El problema es que la coalición Va por México no sabe qué hacer con este regalo. Es una lástima. Ciertamente no se necesita ganar en el Estado de México para conquistar la presidencia (Fox y Calderón fueron electos habiendo perdido como candidatos de sus respectivos partidos el año anterior a su victoria). Pero en esta ocasión se antoja difícil, por no decir imposible, que la alianza opositora pierda en junio de 2023, y sin embargo triunfe en 2024. A la inversa, un éxito en el Edomex le brindaría a Va por México un impulso y un estado de ánimo inmejorables para el 24. Además, si Va por México gana en el Edomex, será porque a Movimiento Ciudadano le habrá ido apenas medianamente bien, y eso abonará a convencer a Dante Delgado que no tiene sentido para su partido ir solo en 2024.

La declaración de Marko Cortés anunciando la precandidatura del panista Enrique Vargas, así como la entrevista de este último, complican innecesariamente las cosas. Es evidente que, de haber alianza en el Estado de México, el candidato deberá ser del PRI. Obtuvo más votos que el PAN en 2021; es el partido de gobierno allí, desde tiempos inmemoriales; con dificultades el actual gobernador desistirá de entregar la entidad a Morena si la candidata es suya, pero seguramente se inclinará ante AMLO si no lo es.

Ilustración: Víctor Solís
Ilustración: Víctor Solís

Ahora bien, los tres partidos de la alianza alegan que se ven obligados a encontrar un método aceptable para designar a su candidato(a). Como dijo el clásico, que no se hagan bolas. El método podrá ser más o menos potable para los que no se vean beneficiados por la decisión, pero no puede cambiar la decisión. Esta consiste en que Alfredo del Mazo, sus colegas exgobernadores, los priistas de allí y de otras trincheras regionales o institucionales se pongan de acuerdo y opten entre Ana Lilia Herrera y Alejandra del Moral. Da exactamente lo mismo para el resto del país a quién escojan, mientras sea la que tenga más posibilidades de ganar, es decir, de concitar el apoyo de la nomenklatura priista en el estado.

El verdadero quid del asunto no está allí. En realidad, yace en las deliberaciones hamletianas de Del Mazo, y de la influencia que sobre él puedan ejercer los exgobernadores; en primer lugar, su primo Enrique Peña Nieto. Por eso, entre otras cosas, no ayuda la actitud del PAN: le da un pretexto más al gobernador saliente para seguir procrastinando.

Se contraponen dos fuerzas. La de López Obrador, acusando a Peña de varios actos de corrupción y violando el pacto de impunidad, si insiste en intervenir en el Estado de México. La de las vulnerabilidades y los titubeos de Del Mazo, empezando, pero sin agotarse allí, con su cuenta en Andorra. En su contra, como dicen Carlos Puig y Héctor Aguilar Camín en Milenio, opera la renuencia de Del Mazo de volverse el primero en entregar la plaza, siendo hijo y nieto de gobernador, y la resistencia de los exgobernadores de ceder un espacio donde hay un gran número de cadáveres enterrados, figurativa y literalmente.

Meterse en ese avispero en público, como lo hizo el PAN, es suicida. El esquema de 2023 y 2024 está muy claro, tanto en el Edomex y Coahuila, como en la Ciudad de México, la Presidencia y el equipo de gobierno. ¿Para qué tanto brinco?

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