Ricardo Monreal se ha colocado en un lugar altamente deseable para un político. Todos quieren saber qué va a hacer porque, en alguna manera, trae la sartén por el mango: de él depende, hasta cierto punto, la sobrevivencia de la reforma de las leyes electorales secundarias que López Obrador quiere que el Congreso apruebe para destruir el INE hasta donde pueda hacerlo sin cambios constitucionales. El juego de la especulación se ha desatado. Todo el mundo quiere saber qué va a hacer Monreal, como si fuera el verdadero factótum de todo el proceso.
En realidad, como ya se ha comentado, esto no es del todo cierto. Cuenta con entre doce y veinte senadores suyos en la bancada de Morena en la Cámara Alta, que tal vez lo seguirían si tratara de rechazar todas las reformas claramente inconstitucionales, tal y como él mismo lo ha planteado. Pero ellos, y el propio Monreal, tendrían entonces que enfrentar la ira de López Obrador y del resto de Morena en el Senado y en la Cámara de Diputados. Y la vulnerabilidad de Monreal, en el gobierno de su hermano en Zacatecas, entre los senadores de Morena, y en los propios expedientes que seguramente López Obrador tiene sobre él, es patente. Por lo tanto, no es ni todopoderoso ni invulnerable.
Es evidente también que lo que decida hacer en el Senado con la reforma electoral incidirá o será resultado de lo que se proponga ante su exclusión de la contienda por la candidatura presidencial de Morena. Si rompe con López Obrador por la reforma electoral, evidentemente también tendría que romper en lo que se refiere a la candidatura presidencial, o a cualquier otra por parte de Morena. Si se rinde y cede ante López Obrador en el debilitamiento radical del INE, es posible, aunque no inevitable, que también ceda en la contienda interna de Morena. En ese caso, aceptaría que no es candidato, que tampoco va a serlo a la Ciudad de México, y que en todo caso podría, tal vez, reelegirse como Senador por Morena si le va bien.
Resulta entonces que el lugar tan altamente deseable en el que se ubica Monreal no lo es tanto. Está expuesto a la furia de López Obrador si no pasan sus reformas inconstitucionales en el Senado, y a la misma rabia si no se pliega a sus exigencias sucesorias. Pero, al mismo tiempo, no está claro con qué fuerza cuenta en el Senado ni a dónde podría irse si se va de Morena y busca participar en la sucesión de otra manera. Ya lo hemos comentado aquí, Dante Delgado podría darle la candidatura presidencial de MC, pero es una candidatura de menos de diez puntos, de acuerdo con todas las encuestas y todas las evaluaciones. Ni MC ni Monreal valen mucho más, y probablemente valgan en realidad seis o siete puntos. Y, como ya lo ha dicho repetidamente Leo Zuckermann con toda razón, no es factible que Monreal sea candidato de toda la oposición, incluyendo MC, de la misma manera que tampoco es que el secretario de Relaciones Exteriores —que confunde la bandera de Argentina con la de Guatemala, y el Pacto de San José con el Pacto de Costa Rica— lo sea.
Veremos cómo se resuelve todo esto en estos días. Pero ya sabemos que lo último que importa es el destino del INE, de la democracia electoral mexicana, y de mantener una cierta pulcritud en los procesos legislativos mexicanos. Nunca han sido demasiado aseados, cuidados o meticulosos. Pero como esta bancada de Morena es la de los resultados inesperados de 2018, donde entraron una gran cantidad de gente a la Cámara de Diputados que no debiera estar ahí, que claramente no está capacitada para ejercer esa función, todo es peor en la 4T. De nuevo: el problema es la incompetencia y la ineptitud, no el radicalismo, el extremismo, la ideologización o la politización. Simplemente son unos inútiles.