Mejor el Edomex que el INE

No sé si se acabe el mundo con la destrucción del INE, propuesta por Morena y su comandante en jefe. Hay muchas cosas que se podrían cambiar en nuestro sistema electoral, que fue construido para lo que se llamó la transición, y luego para aplacar a las huestes de López Obrador después de su berrinche de 2006. No necesariamente incluye los mejores componentes para una democracia más o menos consolidada, donde la alternancia de partido en el gobierno ha tenido lugar en tres ocasiones (2000, 2012 y 2018), y en la que se trata de ya gobernar mejor, y no sólo de inventar algo que nunca había existido en México: la toma y pérdida del poder únicamente por la vía electoral.

Pero como ya se ha dicho hasta la saciedad, las intenciones oficiales no consisten en aportar correcciones a lo que se erigió entre 1996 y 2013. Tampoco se dirigen hacia un cambio de sistema para brindarle mayor equilibrio, o mayor gobernabilidad, a un país que necesita reformas de fondo, y que no ha podido alcanzarlas a pesar de un cuarto de siglo de democracia representativa. El propósito del amado líder reside en debilitar a una institución electoral vigente para imposibilitar cualquier reversión de sus ocurrencias, desde su aeropuerto hasta su pensión para adultos mayores, desde su trenecito hasta el estipendio para los ninis.

Ilustración: Víctor Solís
Ilustración: Víctor Solís

Por eso me parece un error discutir la reforma de Morena en sus méritos. No es que contenga algunas buenas ideas que se pueden apoyar, y otras que se deben desechar, para enseguida negociar unas y otras, como en un país normal. No tiene sentido avalar punto por punto, o en paquete, lo que AMLO dice, porque eso no es lo que se encuentra en juego. Al contrario, entrar en esa negociación es entrar en su juego. Entiendo que algunos priistas se presten a ello —la fuerza de la extorsión es avasalladora, y nadie puede colocarse en el lugar del otro y decirle: ándale, vete a la cárcel un tiempo, no pasa nada. No comprendo cómo algunos panistas parecen caer en el mismo garlito, discutiendo el financiamiento público de las campañas o la segunda vuelta, como si nos encontráramos en Francia. Estamos en el México de la 4T: la barbarie. Prefiero con mucho la intransigencia de Movimiento Ciudadano.

Ahora bien, las diferencias entre PRI, PAN y PRD sobre el tema electoral o constitucional no debieran entorpecer lo esencial, en este momento: construir la alianza en el Edomex y ganarle a Delfina. Todo indica que esto es posible, con independencia de lo que suceda en el Congreso, entre y dentro de los partidos y frente al gobierno. Es muy mala candidata, los votos opositores allí están, el gobernador parece dispuesto a rechazar la extorsión oficial sobre sus cuentas en Andorra y sobre las residencias de sus familiares en Madrid.

Me hubiera encantado que subsistiera la moratoria constitucional de Va por México. No se pudo. Ni modo. Aceptemos que cada quien irá como pueda en la reforma electoral, y que los chantajes y las amenazas del gobierno surtirán un efecto heterogéneo en las bancadas opositoras en ambas cámaras. Así es esto.

Pero no se debe perder de vista lo esencial. Si no se gana el Estado de México, el 2024 se antoja inalcanzable para la oposición. Y seis años más de Morena y López Obrador con su fuerza social intacta pueden acabar con todo: el INE de hoy o de mañana, nuestra joven democracia representativa, y una economía que funciona mal para los pobres, pero que puede, en otras condiciones, empezar a jalar gente del sur a los empleos mejor pagados del Bajío y del norte, los únicos que sirven. No es mucho, pero es lo que hay.

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