Se cierran los tiempos

Ya se acercan los momentos de definiciones de distintos actores frente a la sucesión presidencial de 2024. Ante la derrota de la 4T en cuanto a la destrucción del INE, el gobierno tendrá que decidir si busca de cualquier manera un supuesto plan B —probablemente imposible de confeccionar por los ineptos expertos de Morena— o simplemente jugar a la designación, en abril, de cuatro consejeros a modo. El líder del PRI, contra el cual ya se volvió a echar a andar el proceso de desafuero y eventual encarcelamiento, tendrá que decidir no sólo si se mantiene en su voto en contra de la reforma constitucional del INE, sino si va a seguir adelante con la alianza con el PAN y el PRD. Le puede costar su libertad o, en todo caso, igual que Ricardo Anaya, la permanencia en su país.

Ilustración: Patricio Betteo
Ilustración: Patricio Betteo

Ricardo Monreal no podrá mantener su indefinición eternamente. Si no se va de Morena, lo echarán. Y aunque se puede discutir qué le conviene más a él —ser desterrado o desterrarse a sí mismo—, el tiempo se empieza a agotar. Movimiento Ciudadano quiere mantener la ambigüedad el mayor tiempo posible. Preferiría no definir ni una política de alianza o de soledad para la elección de 2024, ni mucho menos con quién ir si va solo. Pero en algún momento, ya cada vez más cercano, deberá resignarse ante la certeza de que Ebrard no romperá con Morena e irá de candidato de MC, y de que Monreal tal vez sí lo haga, pero no pasaría de ser un candidato de 7 % u 8 %, aun si pudiera llevarse al PT con él y empezar a vaciar la coalición de López Obrador.

Las ambigüedades, las indefiniciones y las preguntas por ahora sin respuesta, sin embargo, se van a ir topando inevitablemente con las rigideces de los números, de las leyes y de las inercias. Si MC insiste en ir solo, podrá obtener un número importante de diputados, senadores y prerrogativas, pero difícilmente más del 7 % u 8 % que sus candidatos —salvo Colosio— le darían. Si Monreal rompe con Morena, podría ser candidato presidencial de MC, pero no de la alianza opositora. No tendría el menor sentido para el PRI, PAN y PRD postular a un expriista, líder morenista, y artífice de varias de las reformas más perniciosas que López Obrador ha podido poner en práctica durante este sexenio. ¿Cómo explicarles a los votantes panistas del Bajío que su candidato a la Presidencia es el que logró la aprobación de una gran cantidad de los proyectos de López Obrador?

Para Morena persisten escasas dudas de que el tema de la candidatura está resuelto a favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, pero ahí también las rigideces son las que son. No van a transformar a Claudia Sheinbaum en Barack Obama. Es la candidata que es, con los atributos y los defectos que tiene. Es lo que hay. De la misma manera, como ya lo han comentado varios colegas, ha resultado en México muy difícil que un presidente saliente, con alta aprobación y popular, pueda transferirle sus votos al candidato de su partido. Zedillo no pudo con Labastida, Fox no pudo con Calderón —aunque le alcanzó para que éste ganara—, Calderón no pudo transferirle la suya a Josefina Vázquez Mota, y Peña no pudo transferirle su magra popularidad a Meade. Es poco probable que López Obrador pueda lograr lo que ninguno de sus predecesores alcanzó.

Por ello, las rigideces del lado de Morena también existen y cuentan. Y la necedad de López Obrador no sólo no amaina, sino que se agudiza. Muchos presidentes mexicanos han hecho cosas semejantes, pero sí se excedió el Peje al pedirle/exigirle/imponerle al presidente de Chile, Gabriel Boric, que no asistiera a un evento en Guadalajara para conmemorar el 50 aniversario del discurso de Salvador Allende, y participar también en la Feria Internacional del Libro. Es cierto que López Obrador está peleado con Raúl Padilla, y es cierto que las relaciones internacionales del país las maneja el presidente y no el director de la FIL. Pero también es un hecho que López Obrador ahorita podría tener cosas más interesantes de qué ocuparse que si el joven presidente de Chile conmemora la presencia de Allende en Guadalajara hace medio siglo, aunque eso, en efecto, le hubiera hecho el caldo gordo al némesis tapatío de Morena.

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