Mañana viernes, la bancada de Morena en el Senado resolverá, tal vez por votación, tal vez a la mexicana (mediante una negociación), si se mantiene viva la Comisión Investigadora de Abusos por la Autoridad en Veracruz. Esta comisión fue creada por Ricardo Monreal a finales de diciembre en respuesta a la detención, acusado de homicidio, de José Manuel del Río Virgen, Secretario Técnico de la Jucopo, y cercano colaborador de Monreal, después de también haberlo sido de Dante Delgado.
Ilustración: Estelí Meza
Dicha comisión ha recibido 83 quejas hasta la fecha, pero un grupo de senadores “radicales” de Morena —entre veinte y treinta, según el día y los niveles de testosterona— quiere desaparecerla, alegando que fue creada sin consultar a la bancada mayoritaria. No se entiende cómo se dejó de informar a Morena si su propio jefe en el Senado creó la comisión, pero para los trogloditas morenistas en el Senado la incongruencia no es óbice para hacer el ridículo
Todo este galimatías carecería por completo de interés y relevancia si no lo ubicamos en el contexto de la sucesión de López Obrador y la búsqueda de la candidatura de Morena a la presidencia. Por cierto, habría que ser cuidadosos en no hablar demasiado de una sucesión presidencial adelantada: se trata sólo de la candidatura de Morena, y son varios los candidatos anteriores a la presidencia que se lanzaron con semejante anticipación, comenzando con Fox en 1997.
La rebelión contra Monreal consiste en parte, desde luego, en una defensa del más impresentable de los gobernadores de Morena, a saber, Cuitláhuac García de Veracruz. Pero también involucra a senadores cercanos a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, que buscan debilitar o castigar a Monreal por sus desplantes sucesorios contrarios a los deseos del Jefe Máximo.
He aquí el quid del asunto. A muy pocos les importa el destino de del Río Virgen, o los demás ultrajes de la autoridad en Veracruz, o incluso si Monreal sigue siendo el líder del Senado. Algunos pensarán que sin Monreal la reforma eléctrica no será aprobada por los senadores; otros hemos pensado desde tiempo atrás que no se aprobará ni con Monreal ni sin él, ni en el Senado ni en la Cámara de Diputados. Lo interesante no es esto.
López Obrador se está desesperando: todas las señales concuerdan. Ninguno de sus proyectos preferidos y patito prosperan en consonancia con los tiempos que él desea; las noticias económicas son peores cada día; la relación con Estados Unidos se complica; y la sucesión dentro de su partido se desordena.
Por eso es que importa la rebelión contra Monreal. Si fue o no inspirada por López Obrador, lo saben sólo él y su secretario de Gobernación. Pero de que la ha dejado correr, es evidente y preocupante para Monreal. No creo que la rebelión conduzca a la destitución de Monreal, pero todo sugiere que se trata de un “cale”, o incluso de una amenaza: o se alinea con el Jefe Máximo, o será desterrado del paraíso perdido. Lo cual conduce a una reflexión final sobre el deporte favorito de la política nacional, que no es el rey de los deportes —el beisbol, obviamente— sino el chisme.
La oposición enfrenta retos importantes para unirse en 2024 y para encontrar un candidato único para el Edomex, la CDMX y la Presidencia. Huelga decir que se le presentan desafíos análogos en la definición de un programa. Por ello, tal vez, un contingente ilustre de ilusos busca afanosamente un benefactor milagroso dentro de las filas de la 4T: Monreal o Ebrard, esgrimiendo uno de dos argumentos. O bien hay que apostarle al menos malo de Morena, porque igual van a ganar. O bien hay que fichar a un disidente derrotado de Morena como candidato, ya que sólo así se puede vencer a la jefa de Gobierno.
El pequeño problema es que eso supondría que los votantes de oposición —digamos, entre 20 y 30 millones, según la participación electoral— se las van a ver muy negras para votar por quien fue un operador insignia de López Obrador durante tres, cuatro o cinco años. Los electores no tienen memoria, pero no hay que exagerar. Dudo que Monreal rompa a tiempo y con la fuerza suficiente con López Obrador como para convencer a los enardecidos opositores del PAN, del PRI e independientes de que deben votar por él. Dice que le ha sido leal a su jefe, y le creo. Pero no se puede todo en la vida.